¿Seguir los cánones para escribir mejor? Mala idea…

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Habrá quien se pregunte antes de escribir primero: ¿qué son los cánones? y por ahí empezaré, para aclarar el término. Un canon es un modelo o prototipo cuyas normas son convencionalmente aceptadas. Contienen, por lo general, una serie de normas y definición de las características de los «escritos» (en este caso) que pueden considerarse parte de ese canon, grupo privilegiado, modelo aceptado, etc. Es decir, si quieres que tus escritos sean mencionados junto con los de grandes autores, deben cumplir con dichas normas, preceptos, principios; así, serás parte de la corriente.

Escribir como forma de expresión «personal»

Cada ser humano es único. Sus experiencias, la herencia que le dieron sus padres o la vida, las emociones que vive y la forma en que las expresa o controla, los libros que ha leído, los viajes que ha realizado son, sin duda, elementos definitorios de su personal forma de comunicarse con los demás. De modo que, forzar a las personas a escribir o expresarse de modo distinto al natural es crear artificios innecesarios y que coartan la libertad, al tiempo que limitan su creatividad, creando textos huecos, resinas materialistas, productos de baja calidad, aunque aparentemente tengan un aspecto agradable. No me refiero aquí a las normas de redacción u ortografía, sino al espíritu mismo de la comunicación expresiva, al arte de las palabras, a la retórica individual contra la artificiosa.

La necesidad de «ser parte»

No sólo en asuntos de escritura o expresión hay una tendencia humana a ser aceptados como parte de un grupo, de una categoría, raza o nación. Cientos de familias se han hecho a la idea de que su felicidad depende de una línea específica de «formación» (como soldaditos), educando a sus hijos a «comportarse de acuerdo» a ciertas ideas religiosas, morales, políticas, culturales o sociales. Eso, sin duda, crea hijos infelices, estresados por comportarse de tal o cual forma, alineados «por la derecha» con los mandamientos, definiciones y características de un «ideal» de vida.

Recientemente leí en un artículo de internet convertido en «meme» que unos padres de familia recibían la noticia del profesor que su hijo sacó 10 en dibujo y 6 en matemáticas. El padre dijo: le conseguiremos un maestro particular de matemáticas. El profesor replicó: usted debe apoyarle con un profesor de dibujo (ese es su fuerte); porque en el afán de «educar» a los hijos, perdemos la perspectiva de los «sistemas» contra la naturaleza. La diversidad siempre será más valiosa que la unidad, que no le quepa duda: los mejores escritores son aquellos «diferentes», con un estilo único. ¿Cómo la ve?

Los premios Nobel

La farándula literaria no tiene nada que ver con la calidad artística de una obra. Es cierto que habrá autores que se distingan y cuyo trabajo merezca un reconocimiento. Pretender un Nobel de Literatura o un Óscar de la Academia es una buena aspiración, pero no se van a lograr siendo clones de otros autores o creadores artísticos, sino precisamente en la medida en que el estilo personal encuentre su propia belleza.

Tal fue el caso de Cien años de soledad (1967), una obra mágico realista del colombiano Gabriel García Márquez (Aracataca, 1928-2014) que vendió más de 30 millones de copias y se tradujo a 22 idiomas distintos antes de recibir 15 años después el premio Nobel (1982); la academia no podía entender cómo una forma de expresión muy «americana» estuviera ganando tantos espacios y cuestionando los «cánones» tradicionalmente europeos.

UNA VANGUARDIA ALECCIONADORA

Si gustas leer todo el poema, sigue este enlace.

Vicente Huidobro, un poeta chileno realmente sui generis, propuso la creación del movimiento estético denominado de vanguardia (avant-garde = de avanzada, referente a quienes en la guerra iban hasta adelante) llamado el creacionismo, movimiento que considera que las palabras y la estructura de un poema deben valorarse por su capacidad para crear belleza y sugerir imágenes, el autor es un creador, un dios para la obra y por tanto, no requiere apegarse a nada en cuanto a marcos regulatorios.

Huidobro tiene una obra llamada Altazor, un poema maravilloso que con el paso de los capítulos las letras van desapareciendo hasta quedar palabras y letras aisladas sin congruencia, haciendo referencia con ello a su propia propuesta de lanzarse al vacío, sin cánones, sin reglas, siendo un genio original de obras bellas y congruentes consigo mismas, evocadoras de emociones, imágenes o generadoras de ideas nuevas.

¿Dónde quedamos?

Hoy día, los círculos «dogmáticos» (que pretenden enseñarnos cómo y qué escribir, decir o hacer) están avocados a fortalecer su status quo, mantenerse como regentes de las verdades oficiales que les benefician y de ninguna manera pueden aceptar que nuevas propuestas llamen a la puerta para poner en riesgo su estabilidad financiera, política o de referente cultural. Si una persona quiere sobresalir, tampoco tendrá los medios para abrirse camino en la carrera por las letras. La mejor opción es apostar por la calidad de sus obras, una calidad sin métrica, libre, natural que será apreciada por muchos, quizá hasta la muerte del escritor, cuando ya no ponga en riesgo la estabilidad canónica de los potentados que muchas veces no hacen otra cosa que repetir el cascarón viciado de su propia insensibilidad social.

No pares…

No dejes de escribir, piensa en los demás teniendo cuidado de expresar bien las ideas que tienes; lee mucho y cuida, eso sí, las reglas de ortografía y redacción mientras no sepas qué otra cosa se puede hacer al respecto (reglas que no son tratadas en este artículo). Por si no te quedó claro, se habló de la creación artística, más que de su forma.

Agradezco opinión y difusión. Un saludo.

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Entrevistas que me han hecho (mi agradecimiento)

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Comparto con ustedes las entrevistas que me han hecho, unas por mis novelas, otras para comentar obras literarias o sobre mi forma de pensar, las actividades que realizo y más. Espero les gusten.

Entrevista en Café Rebelde Noticias desde Argentina y México por Face Popular.

Otras entrevistas

Entrevista a Joe Barcala por Universo la Maga (España)

Entrevista en radio (Saber sin fin con Dr. Abel Pérez Rojas) sobre Plan para derrocar al presidente

Compra directa de libros

Entrevista en DesdePuebla.com «Joe Barcala propone crear mayor participación social a través de la literatura»

Entrevista en SaberSinFin.com «Periodismo desde la novela»

Muchas gracias por todas estas entrevistas… y las que faltan.

Entrevista en ImagenPoblana.com «Joe Barcala, el escritor con un Plan para derrocar al presidente»

Reseña «¿Derrocar al presidente?» del Dr. Abel Pérez Rojas

Rockotorreando completo y Zonar Media

Entrevista en el programa Vortice que conduce Arturo López

@joebarcala en #ElVórtice con @aturols www.sabersinfin.com

Una foto publicada por El Vórtice (@vortice.vortex) el

Fragmento de Plan para derrocar al presidente

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Lea o escuche aquí las entrevistas que me han hecho (y agradezco)

Poco después que Jacinto y Lauro se conocieron, unos siete años antes de las carnes asadas, a cuarenta kilómetros rumbo al sur de la ciudad, se encuentra un balneario al que Jacinto Tomás Viveros viajó, premiándose así de un descubrimiento que permitía causar daño al gobierno. Allá conoció a Lorena. Él tenía sus tácticas, usando un traje de baño más o menos típico, de color negro y ajustado, se paseaba por entre la gente en busca de alguna fémina hermosa o no tanto, que le dejara aproximarse. Pasaba por la pequeña tienda del centro recreativo a surtirse de un vaso largo lleno de cerveza y luego caminaba. Niños gritando por doquier al calor de los juegos en las albercas. Fue un verano caluroso, más de lo acostumbrado y el parque se hallaba abarrotado de personas. La costumbre de darse un premio luego de muchos meses de trabajo en su laboratorio de química y más recientemente de pequeños dispositivos electrónicos con los que volvía más eficientes sus descubrimientos, la

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Sharo, gracias por tus comentarios. Me alegra que mi novela te haya gustado tanto.

adquirió muchos años antes, casi desde que vivía con su madre, pero esa es otra historia. Con el vaso de cerveza en la mano, caminaba entre las toallas castigadas por los cuerpos encerados y acerados por el sol, buscando una damita para degustarla en un bufet dominical, y quizá por más de un verano. No se enamoraba, era de esos tipos que conocieron el sexo antes que el amor y nunca le hizo falta consumir su nieve con recubrimientos melcochados por el corazón romántico. Pactaba con mujeres mayores. Las menores le causaban risa, un tiempo, un par de minutos, luego, las mandaba a volar cual gaviotas a otros nidos. Disfrutaba la compañía, no la etiquetaba, no la echaba a perder con compromisos mayores; para Jacinto Tomás Viveros, el amor contaminaba el aire. Pero gozaba a la gente, el sexo, los buenos amigos y sabía ser interesante en sus charlas, aunque estuviera ofuscado con una misión que cualquiera pensaría simplemente imposible: cambiar las circunstancias políticas y económicas del país. Una mujer se le quedaba viendo cuando él pasaba, desde un camastro a dos metros de una alberca gigante. Obviamente, él tenía puesta su atención a todo espécimen que dejara verse de cuerpo entero y aprisionando sus pechos con la parte más necesaria de un bikini, pues la otra parte era tan minúscula que nadie la podría considerar importante y usualmente la tapaban con pareos o toallas. Una sensible vibración de la esquina de su retina le hizo saber con discreción que ella le miraba… no era Lorena todavía. Habría de acercarse para cerciorarse de que esa mujer, la que le seguía de izquierda a derecha en su recorrido por entre los vacacionistas, sí tenía interés en él, pero el marido nadaba muy cerca de ahí, por lo que una frase como ¿Qué le hace pensar que mi esposo dejará que usted y yo nos vayamos al hotel? le invitó a retirarse de inmediato, perdiéndose por otros toboganes, cabañas donde servían comida, vestidores y finalmente unos chapoteaderos donde vagó por minutos, tratando de olvidar el incidente. Pero la tenacidad de Jacinto Tomás Viveros era épica. Luego de cuatro intentos infructuosos, se topó con las ligeramente abultadas piernas de Lorena sobre quien tropezó sin haberla visto antes y terminó dejando sobre el vientre de un hombre saturado de vellosidad, medio litro de cerveza con hielos, limón y salsas condimentadas. Ardido, el tipo corrió a la regadera para quitarse aquella sangre picosa, mientras que Lorena, nada recatada por cierto, carcajeando, le dio pie a conversar. Ahora que vayas a reponer tu cerveza, ¿me invitas una?, le dijo. Con la condición de que brindemos juntos. Y luego de preguntarle si la deseaba preparada o no, le conminó a acompañarle hasta la palapa de bambú donde las vendían. [Sigue abajo]

«Los golpes de estado, derrocamiento de gobiernos y levantamientos sociales, sólo se comprenden hasta que han sucedido. Durante los malos gobiernos la gente sólo sospecha y participa de los rumores, pero no está dispuesta a tomar las armas. Sólo un puñado de “locos”, “terroristas” y “desadaptados sociales”, arriesgan su vida, las de sus hijos y esposas, para llevar a cabo la “locura” de ir contra las instituciones. Esta es la trama de la novela de Joe Barcala: Plan para derrocar al Presidente. Siguiendo la secuencia de los grandes golpes de estado en todo el mundo, Joe se adentra, con increíble imaginación, en las entrañas de esos movimientos y nos hace vivir el profundo precio que se paga por esos “atrevimientos”. ¿Promueve el autor el levantamiento social? ¿Es su novela una utopía? o ¿Es sólo un recordatorio de lo que puede suceder a los pueblos? Las respuestas debe obtenerlas cada lector que se anime a revivir la historia de la humanidad cuando es sometida a la corrupción e impunidad de algunos gobiernos». -Vicente López Rocher PhD.

Ella, luego que encontraron un sitio agradable bajo unas palmeras sobre unos troncos cortados como sillones para charlar, le preguntó: ¿a qué te dedicas? Ocultando sus planes para derrocar al gobierno, se transparentó con un oficio que le permitía ganarse la vida. Tengo un consultorio, y ella indagó: no tienes pinta de doctor. Él estuvo a punto de reírse por la confusión. Leo las cartas, el tarot, doy masajes relajantes y vendo ungüentos medicinales que fabrico en mi laboratorio. Gracias a una pareja de ancianos que ayudé, tuve pronto una larga lista de clientes asiduos. Eso era cierto. Jacinto Tomás Viveros tenía buena fama en el barrio donde vivía y sus cremas lograban perfectamente el efecto placebo en sus clientes, porque conocía muy bien miles de fórmulas químicas para usos múltiples: un tiempo antes, inventó una tinta que incendiaba el papel tras dos horas de escribir en él; experimentaba con ratas, gatos, perros y gallinas para probar mezclas que por un lado le pudiera vender a sus clientes y por otro, inventar un arma química que le permitiera sublevarse contra la dictadura disfrazada de democracia bajo la que el pueblo padecía una esclavitud disfrazada de empleos de 8 horas al día. ¡Qué interesante!, señaló Lorena, escuchando la plática de Jacinto a quien ya estaba ansiosa de besar, luego de algunos años de abstinencia obligada. Ella le contó que era divorciada porque fue insoportable vivir con su marido luego de que su hijo muriera atropellado por un tren. Tengo una fonda, dijo, y al darse cuenta que vivían muy cerca el uno del otro, ese mismo día terminaron en un cuarto por encima de la cocina donde ella pasaba sus días. Tenían más de tres litros de cerveza dentro y una efervescencia sexual que desde el ingreso a su casa, ella le besó y él inició con una larga caricia a sus cabellos, sus mejillas y su cuello. Permitió, como el experimentado amante que era, elevar su pasión en cada contacto digital con la piel de Lorena. Ella hizo efervescencia y le fue conduciendo hacia las escaleras para que pronto estuvieran en la cama. Esa semana se vieron dos veces más y el fin de semana siguiente, y otro más. Juntos habrían de vivir los siguientes años, incontables aventuras, no sólo amorosas. Lo que empezó con una aventura para desahogar sus ímpetus naturales, terminó por convertirse en una relación más seria. Sus caricias se repitieron tantas veces que llegaron a amarse como nunca en sus vidas. Tener a quién amar en un cuarto obscuro sólo cambia la perspectiva. Se puede amar a plena luz del día y a millones sin conocerles.

[…]

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Jacinto pasó la navidad como él deseaba, en casa, abrazado con Lorena, quien no quiso visitar a su madre sino hasta dos días después. Lauro se fue a celebrar con su ex esposa e hijos y, por tanto, la casa estaba libre para el incorregible sexo, pícaro, siempre deseado, especialmente si venía descargado de moralidad, porque Jacinto repudió desde que lo conoció, el sexo bajo esquemas, como cumpliendo requisitos de un permiso de construcción: dos copias de un formato, tres fotografías del terreno, la escritura, el alineamiento y número oficial y demás. Se debe estar casado, debe ser entre dos y no más, tener pleno conocimiento y convencimiento, ser mayor de edad, usar preservativos; si algunos hasta debían rezar dos padrenuestros y dos avemarías por si se ofendía con ello a su dios, antes o después de degustar el platillo, siempre que se hiciera con fervor y pleno arrepentimiento. ¿Arrepentimiento? ¿De qué? ¿De satisfacer los instintos naturales? ¿De lograr un encuentro pleno entre dos personas? ¿De sentir placer y felicidad? ¡Qué absurdos le sonaban los argumentos a Jacinto!, esos vicios de la gente que en lugar de razonar, seguían dictados de religiosos ajenos al acto sexual por su, incumplido a cántaros, celibato. El concepto de alma se pone en entredicho cuando quienes creen en ella no saben definirla y quienes no, les superan en razonamientos. Además, los religiosos consagrados conocen a Dios tanto o menos que los creyentes frente a sus púlpitos, la diferencia está en que unos ganan dinero por promover su amor y los otros lo pagan. En su contra, la ciencia lo ha explicado ya, la glándula pilineal es la responsable de las visiones mágicas, las alucinaciones, los viajes imaginarios; las drogas proporcionan a esta glándula la estimulación necesaria para crear mundos irreales. Está comprobado que la compañía alegre y festiva de cualquier tipo, es capaz de estimular esa glándula y ese es el motivo por el que muchos en ceremonias o actos multitudinarios se comportan como ángeles desnudos vagando por las nubes, con euforia, como en las fiestas navideñas, alucinando en distintos niveles, con o sin bebidas alcohólicas. Jacinto y Lorena cenaron un par de emparedados de jamón y queso, platicando sobre una novela de ciencia ficción que ambos leyeron y discutiendo un tema en el que polemizaban constantemente: El aborto no debería permitirse, afirmaba Lorena. Coincidían poco en ello. Estoy de acuerdo que abortar en los últimos meses del embarazo sea ya un homicidio, pero no en las primeras semanas. Jacinto se negaba, de cualquier modo a que un equipo de burócratas elegido democráticamente fuera el idóneo para intervenir en la vida de las personas en decisiones tan personales como esas, sería tan perjudicial como permitir que una cámara nos vigilara en el baño o la alcoba nupcial. Cada mujer, con o sin el consentimiento de su pareja, tiene el derecho a decidir sobre su cuerpo. Lorena, en cambio, abogaba por las personas sin conciencia, quienes debían tener la “protección” del estado, dándoles las leyes suficientes para proteger a la criatura que llevan dentro. Y es que la mente de Lorena, luego de perder a su hijo en un trágico accidente, arroyado por un tren, defendía la vida de un bebé cualquiera, desde su concepción. El pequeño Braulio se separó de su mamá un día de mayo, apenas por un par de metros; todavía lejanos al tren. Sus cinco años de edad no le permitieron entender que en lugar de alejarse del peligro, se ponía frente a él. Cuando inició la alarma sonora del tren, el niño se asustó y al no ver a su madre, corrió hacia las vías, creyendo que allá la encontraría. Y las pasó poco antes que un segundo timbre ensordecedor le asustara de nuevo y corrió de regreso. Lorena, casada entonces con un doctor, no fue consciente de lo acontecido, pero muchas personas le explicaron la horripilante situación. Ella se hallaba, segundos antes, algo angustiada por no ver a su hijo cerca, y le buscaba entre la gente, dentro de los comercios o cuidando que no estuviera en medio de la calle, en peligro de ser arrollado por un automóvil. El ruido ensordecedor del tren ahogó cualquier grito para localizarle. El freno del tren y el alboroto de la gente en torno al sitio donde quedó el cuerpo del pequeño Braulio, le causaron una aterradora sensación de angustia, corriendo hasta la multitud para cerciorarse de la tragedia más grande de su vida. Uno no puede imaginar la consternación de los testigos de este tipo de accidentes, mucho menos se es capaz de empatizar con una madre destrozada; sólo verla es desgarrador. Sus gritos podían alcanzar el cielo. Su alma se podía apreciar a simple vista, queriendo meterse en el cuerpo del pequeño para reanimarle. Y el tiempo, detenido en una estampa imborrable, sujetaba con fuerza las manecillas para no dejarlas avanzar. Años después, todavía se pueden oler las nubecillas causadas por la fricción del freno sobre las vías del tren y se presencian una y otra vez las escenas del dolor y la angustia de los presentes. Ni un funeral, ni los implacables llantos frente al terapeuta psiquiátrico; el amor con su esposo se difuminó en unas cuantas horas, como si ninguna caricia pudiera borrar las lamentaciones. Sólo unos años en la cárcel, sometida injustamente a un castigo del gobierno por defender a Jacinto y su inesperada libertad pudieron enfriar someramente la congoja de perder a su hijo. Esa fue la primera navidad en la que pudo despedir a Braulio con valentía, más de veinte años después. Su reloj volvió a caminar, su mente despejó de nuevo las ideas que fijas se imprimían a diario en la mente sobre el instante fatal; tuvo sonrisas y carcajadas sin licor, consintiendo incluso imaginar un nuevo embarazo sin remordimientos. Oler el cuerpo de Jacinto le recuperaba veinte años de arrugas, perdidos en un limbo etéreo del que volvió tras una larga condena. No era él, sino ella, que sanó, recuperando la juventud perdida y dio al tiempo su medida justa de nuevo. Aceleraba el pulso de su corazón y oxigenaba cada célula; reinstalando neuronas en su lugar, pudo llenar de ideas frescas la vida que la mala suerte le robó. Un renacimiento tras la orfandad lúgubre del obscurantismo. También se tiñó las canas y rejuveneció su corte de pelo, su maquillaje y hasta los hombros se elevaron como antaño. No más capas caídas. Ni siquiera dejó que el miedo por perder a Jacinto en la próxima guerra le empañara la recuperada alegría. Si le perdía, porque el destino y la suerte se lo robaban también, ya no estaba dispuesta a clavar la cabeza como un avestruz. Quizá ya no era ella, sino otra persona en el mismo cuerpo, que vino a cubrir la necesidad de un prócer revolucionario para cumplir su misión; obligada a inscribirse junto con él en la historia, instalada ahí con un objetivo claro de dar nueva vida a ese golpeado cuerpo. Se volvió su peluquera, su consejera, su libertadora. Lamería sus heridas, le confortaría, le ayudaría a escapar de la cárcel. Tanto, que Jacinto comentó: esto sí es navidad.

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Presentación de la novela El sacerdote ateo de Joe Barcala, Puebla

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El sacerdote ateo, sinopsis

El párroco de una comunidad católica ha perdido la fe, su lucha interior le lleva a replantear su vocación como sacerdote y con ello exhibe gran cantidad de realidades dentro de la institución eclesial. ¿Cómo bautizar a un niño si no se tiene fe? ¿Qué son las confesiones ante un ateo? ¿Chismes?

Unido a otros sacerdotes, cada uno con sus problemas, Eusebio siente a flor de piel la aridez de su vida, junto con los problemas familiares que ponen en jaque su futuro, su cordura…

Un buen día el padre Eusebio descubre que ha perdido la fe. Este sacerdote de cincuenta y cuatro años -a cargo de la Parroquia de la comunidad dominica del templo mariano de la Inmaculada Concepción-, desconoce cómo se ha fraguado esta pérdida, pero es imposible negarse a sí mismo que está cayendo definitivamente en el ateísmo.

Esta es la premisa inicial con la que se abre la estupenda novela del mexicano Joe Barcala “El sacerdote ateo”, que publicó recientemente la editorial Koller Scrite en su colección Herejías.

Una obra en la que, con una prosa tremendamente fluida, un toque de humor continuo con guiños cómplices al lector y personajes creíbles que se nos presentan poco a poco gracias a la excelente habilidad narrativa de este autor, exhibe la terrible duda que gira en la mente de Eusebio: ¿por qué un sacerdote con décadas de servicio a Dios de repente se ha vuelto ateo? – Universo la MagaReseña de El sacerdote ateo

 

El reencuentro existencial con un viejo amigo – Cuento

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Una historia para pensar

Hoy me encontré con Beto. Ese que siempre fue un problema para su familia. Se le veía contento. Acababa de hacer el último pago de su casa. Mi curiosidad se encendió y le invité un café, aunque tuvimos la necesidad de caminar tres calles, aprovechamos para platicar. Antes de llegar, ya sabía que su esposa lo abandonó hace cinco años, se llevó a sus dos hijos y no sabe dónde están. Me contó que tiene un empleo en el que gana dos veces el salario mínimo, pero hasta hoy, le descontaban la mitad para pagar el crédito de su casa. Tardó veintidós años en pagarla, porque se retrasó con varios pagos cuando lo corrieron de otro empleo que tenía.

Bajo las cejas, observé sus arrugas y sobre las orejas dos mechones de canas. ¡Es más joven que yo! Su escuálida figura me decía que aparentemente ni siquiera completó su desarrollo. El alimento debió ser escaso durante su vida. ¿Qué motivo crees que tuvo tu esposa para huir? Le pregunté. Como somos amigos desde la infancia, no dudó en sincerarse conmigo, pese a la rudeza de mi pregunta. La maldita economía, tú sabes, las cosas son difíciles. Pero también era una cabrona, me engañaba con al menos dos hombres. ¡Y dijeras: estaban galanes! ¡No! Eran unos guarros de cantina que trabajaban en la construcción como albañiles. Yo, la verdad, aguantaba por los niños. A mi, ella, ya no me interesaba nadita. Pero nunca me fui con otra mujer. Me aguantaba como los machos.

Los amigos lejanos no dejan de serlo

Llegamos al café y nos sentamos. Después que pudimos continuar, Beto siguió su historia: Lo cierto es que yo no tuve suerte. En cambio, si ves a mis hermanos, todos ellos viven bien; más de una vez me han echado la mano para salir adelante de mis broncas. Pero a mi no me fue nada bien.

¿Estudiaste tu licenciatura? Pregunté. No la terminé, se acabaron los recursos con la enfermedad de mi mamá, me dijo. Así que tuve necesidad de emplearme y continué mi preparación por mi cuenta, porque, aunque no lo creas, yo sé mucho, he aprendido varios oficios y me esmeré en conocer cómo hacer negocios y cómo funciona la economía del país. Sólo que nunca tuve lo suficiente para hacer una inversión. Cuando mis chavos eran pequeños, después del trabajo, abrí mi taquería y me desvelaba para llevar algo bueno a la casa. Nunca alcanzaba. Y todo acabó cuando llegó el gobierno a llevarse mi carrito.

Luego invertí en unos productos de oro para revender y me empezó a ir mejor. Pero mi esposa no administraba bien el dinero y tampoco alcanzó. El hecho es que, para no hacerte el cuento largo, nunca pude triunfar.

¿Qué es el triunfo para ti? Indagué con curiosidad. No sé, explicó; tal vez tener ingresos formales, que permitan proveer al hogar los gastos más elementales y tener para unas buenas vacaciones de vez en cuando.

Un amigo siempre está en el corazón

¿Y a ti, cómo te fue? Luego de explicarle que era escritor y algunos otros pormenores, se emocionó porque él siempre deseó escribir una historia y me la contó; disculpen si no recuerdo todos los detalles, pero la idea general es la siguiente: En un mundo futuro, después de una guerra, los sobrevivientes que eran más de la mitad de humanos actual, convivían con armonía, se apoyaban en resolver los problemas comunes y vivían en las ruinas de las construcciones actuales.

Sin decirlo abiertamente, prohibieron las charlas sobre política y religión, no querían que se repitiera la historia, así que se disolvieron también otras estructuras sociales como las escuelas, los matrimonios y las empresas. Cualquiera que lo intentaba, por ejemplo, adueñarse de una mujer, terminaba apedreado por los demás. De cuando en cuando llegaban de otros lugares algunas personas pidiendo asilo. Nos contaban lo mismo, en todo el mundo se dio un fenómeno parecido, un rechazo a cualquier posible causante de una guerra. Nada de dinero tampoco. Sólo intercambios entre particulares eran permitidos.

Quien lo deseaba, podía hacer mejoras a una casa derruida para vivir en ella, y por más que lo solicitaba al grupo, nunca se autorizaría su propiedad definitiva. Quedaba claro que todo pertenecía a todos y, mientras no le hiciera falta a los demás, podía habitar y mejorar su vivienda al gusto. Así surgieron más y más casas. Se respetaban, se les felicitaba por las mejoras. Era una especie de autoempleo. Si los árboles frutales podían germinar, debido a la contaminación de la tierra, los frutos pertenecían a todos, a la comunidad.

Hubo más

Pensé que su historia había terminado, cuando Beto observó a un par de jóvenes que entraron al café y comentó: podrían ser mis hijos, hoy tendrían 18 y 17 años de edad, como ellos.

Luego de ese trago amargo a mi café, continuó con su historia: Los jóvenes se enamoraban, como era natural, y aprendieron a vivir en las nuevas circunstancias del planeta. A diferencia de nuestro mundo, ellos no se sentían propietarios de su mujer, sino que en algunos extraños casos, ellas se sentían libres de ir y venir con otros chicos de su edad. Era un asunto tan natural, que los adultos permitieron aquella promiscuidad. Esos jóvenes serían la esperanza del mundo futuro, procurando no contaminar sus mentes con la inmunda vida que se dio antes de la guerra.

No sé porqué, pero su historia me gustó mucho. Tenía una lección moral interesante, porque rompía por necesidad algunos paradigmas de nuestra sociedad actual y proponía una convivencia social más humana, descontando a los déspotas, a quienes se apropian ilegal o legalmente de los bienes ajenos.

Cuando me lo narró, me hablaba de una mujer que protagonizaba la historia, pero como no me terminó de explicar su desenlace, porque se hizo tarde, no veo la necesidad de contarlo. Sólo que vivió una historia de amor también, como muchas otras, basada en esos nuevos paradigmas. Así que, como siempre, hay en las historias algo que queda sin resolver.

Quien encuentra a un amigo, encuentra un tesoro.

Me despedí de Beto, jurándonos volver a vernos pronto, y deseando que a partir de ahora, su situación empiece a mejorar, gracias a que terminó de pagar su casa, de la que me dijo, ya tenía muchas necesidades de mantenimiento, porque, para colmo de todos los males, esas casas las hacen miserables, de materiales desechables.

Me sentí muy a gusto por el encuentro, pero también me puse a pensar en cuántos Betos hay por estas tierras que no tienen oportunidades, ni herencias, y que con un sueldo de base no pueden aspirar a algo más. Quizá algunos tenemos ciertos privilegios que a millones no llegan, que, con todo y nuestras preocupaciones, al menos la sorteamos un poco mejor.

 

El hombre duplicado | Vídeo sugerencia de lectura

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Suponte que un día al mirar una película, resulta que uno de los extras es tu clon, una persona exactamente igual a ti. ¿Qué harías? ¿Cómo tratarías a una persona idéntica a ti?

Sobre el autor

José Saramago es el primer escritor portugués que recibió el Premio Nobel en 1998. Nació en la aldea portuguesa de Alzinhaga en 1922 (Lanzarote, +Canarias 2010). Publicó 20 novelas y recibió igual número de premios importantes, además de escribir poesía, teatro y crónicas.

Sobre la historia El hombre duplicado

Su novela El hombre duplicado (2002) tiene como personaje central a Tertuliano Máximo Afonso, y es un profesor de historia que tiene una vida aburrida y sobrecogedoramente cotidiana. Es divorciado y ocupa sus tardes viendo películas. Un día se encontró consigo mismo en un personaje de una película. Así que su doble es un extra de 36 películas. Las rentó todas para estudiar y reconocer al actor que es exactamente igual a él.

Por eso hoy, hablaremos de El hombre duplicado, de José Saramago, para que te atrevas a leerlo.

Más sobre el autor

José Saramago cuenta con una importante lista de novelas destacadas y brillantes como El evangelio según Jesucristo, Ensayo sobre la ceguera, El cuento de la isla desconocida entre otros, que lo colocaron en un lugar preponderante de la literatura universal. Vivió un tiempo en Argentina y en Lisboa.

A través de sus personajes, siempre deja entrever su ideología humanista y sus pensamientos sobre la literatura; además los llena de casualidades, invitando a la reflexión en todo momento y nos ayuda a través de sus historias explorar las contradicciones del ser humano actual.

Características literarias

La novela El hombre duplicado es una narración completa de principio a fin. No encontramos un solo diálogo hecho por guiones, como en la novela tradicional, sino que se mezclan con las explicaciones del narrador. Y las descripciones son tan increíbles que sin necesidad de detenerse a observar un paisaje cualquiera, vamos conviviendo con los objetos de una forma tan extraordinaria que no notamos, no nos detenemos a observar, sino que caminan con la acción de los personajes.

Personajes

Tertuliano Máximo Afonso se da a la tarea de encontrarse con su gemelo actor. Su nombre es Antonio Claro y está casado con Helena. Tertuliano por su parte, tiene a su pareja con la que desea formalizar, de nombre María Paz.

Mientras Tertuliano busca a su gemelo Antonio, a éste le da curiosidad porque una mujer de nombre María Paz, le estaba buscando en la casa productora de películas donde él trabajaba. En realidad era Tertuliano, pero Antonio va en busca de María Paz y la vigila, al grado de pretender algo más con ella. Lo mismo le pasa a Tertuliano al hacerse pasar por Antonio con Helena, su esposa.

Y para rematar, hay un tercer personaje idéntico que busca a Antonio, pero reemplazado por Tertuliano. ¡Todo un tratado sobre la identidad de las personas! ¡Una trama inteligente y divertida de gran calado! Un verdadero regalo literario que no te puedes perder.

Descarga

♦♦♦♦ El hombre duplicado (pdf): https://movimientoasturias.files.wordpress.com/2017/08/el-hombre-duplicado-josc3a9-saramago.pdf

Programa «Como dice la canción» con Mary López, invitado Joe Barcala (Poe)

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Este martes hablamos de Edgar Allan Poe y su cuento «El gato negro». Estación La HR de Cinco Radio, en Puebla con Mary López en su programa «Como dice la canción».

Edgar Allan Poe, escritor estadounidense, fue un gran maestro del cuento. Aquí les dejo el inicio de su cuento:

«La carta robada»

Al anochecer de una tarde oscura y tormentosa en el otoño de 18…, me hallaba en París, gozando de la doble voluptuosidad de la meditación y de una pipa de espuma de mar, en compañía de mi amigo C. Auguste Dupin, en un pequeño cuarto detrás de su biblioteca, au troisième, No. 33, de la rue Dunot, en
el faubourg St. Germain. Durante una hora por lo menos, habíamos guardado un profundo silencio; a cualquier casual observador le habríamos parecido intencional y exclusivamente ocupados con las volutas de humo que viciaban la atmósfera del cuarto. Yo, sin embargo, estaba discutiendo mentalmente ciertos tópicos que habían dado tema de conversación entre nosotros, hacía algunas horas solamente; me refiero al asunto de la rue Morgue y el misterio del asesinato de Marie Roget. Los consideraba de algún modo coincidentes, cuando la puerta de nuestra habitación se abrió para dar paso a nuestro antiguo conocido, monsieur G***, el prefecto de la policía parisina.

—Si se trata de algo que requiere mi reflexión —observó Dupin, absteniéndose de dar fuego a la mecha—, lo examinaremos mejor en la oscuridad.

—Esa es otra de sus singulares ideas —dijo el prefecto, que tenía la costumbre de llamar «singular» a todo lo que estaba fuera de su comprensión, y vivía, por consiguiente, rodeado de una absoluta legión de «singularidades».

—Es muy cierto —respondió Dupin, alcanzando a su visitante una pipa, y haciendo rodar hacia él un confortable sillón.

—¿Y cuál es la dificultad ahora? —pregunté— Espero que no sea otro asesinato.

—¡Oh, no, nada de eso!. El asunto es muy simple, en verdad, y no tengo duda que podremos manejarlo suficientemente bien nosotros solos; pero he pensado que a Dupin le gustaría conocer los detalles del hecho, porque es un caso excesivamente singular.

Continúe leyendo el cuento aquí.

Mi constante cambio de personalidad

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Cambio de personalidad: ¿Qué si por ellas volé a otra dimensión? No importa que me vuelva un asesino o que me sienta escarabajo. Al fin, son mis vidas, yo decido a dónde quiero viajar y con quién convivir. El otro día estuve tocando la guitarra con un demente que después se suicidó y antes dejó escrita una carta a su amada Valentina, que no le supo comprender. Una mañana amanecí en los brazos de la mujer que más amaba Carlo Magno y la siguiente fui testigo de la violación de un niño por el cura de la iglesia. A ese ritmo, nada me espanta ya.

Es dulce, sin embargo, mecerme en las olas del mar sin requerir el Dramamine. Es idealista abrazar a una mujer que está prohibida o compartir en unas cartas el cariño que se le tiene al ser amado. ¿Que todo esto enferma? ¡Qué importa! Hubo quien se alegró por la muerte de su madre para tener unos días libres del trabajo. Y es curioso que no quedó uno solo vivo, pero hubo quien contó su historia. Y es fascinante saber antes que los demás, a qué hora han de morir. Pero me siento glorioso al acompañar al héroe cuando alcanza su victoria y luego se cura las heridas en una tienda de campaña al lado de una mujer que se escapó del otro campamento sólo para tener una aventura con el gran líder.

¿Cuál ha sido tu mejor cambio de personalidad?

Sí, me he corrompido con ellos. Y aguanto bajo el agua tres minutos y me aviento de paracaídas, sufro congelamiento al pie de una montaña que poco a poco, pese a perder un dedo, me regala su cima un día después.

Hace un tiempo fui misionero, como si me interesara en ello, y vi cómo la gente, con la perseverancia de mis mensajes, creyó en mi dios aunque sus vidas no tuvieran gran fuerza, ni dejaran de cometer las fechorías a las que estaban acostumbrados. Si fui testigo de una vocación, pero también de muchas violaciones e innumerables desengaños. Como aquella vez que vivía en Nueva York y estrenaba una mujer cada mañana.

Eso no es todo. Más de una vez me volví mujer y tuve menstruaciones, cólicos y menopausia. No se espantarán entonces si les digo que me enamoré de sus hombres, por ser apuestos, algo cínicos y machistas, pervertidos en el sexo, pero ¿qué le vamos a hacer? Acuchillé animales, no me lo van a creer pero hablé con ellos antes de mandarlos al inframundo. Sentí también el viento y la caída libre, con los ojos de una gaviota, dajando abajo, pero muy abajo, las montañas, los valles, ríos y mares; ahogándome con la humedad friolenta de las nubes.

¿Qué cambio de personalidad te gustaría experimentar?

Allá estuve, ¡qué pinche calor!, se los juro. El infierno tiene a muchos personajes que ni siquiera imaginábamos. Aquellas grotescas escenas me enchinaron los vellos de la piel. Escuchaba cómo el sultán me amenazaba con matarme al día siguiente, pero de mi mente venían nuevas historias para contarle, así, lo dejaba picado para no morir. Y una de mis noches más terribles perdí a varios amigos en la afrenta contra un terrible monstruo.

Increíble es también que al volver a mi realidad todo ha cambiado. Nada se ve como antes. Ya me hablaba de tú con las autoridades, porque como otros que conocí allá arriba, también van al baño y no son más que cualquier otro, con un poco de más suerte para estar en donde están. Esa realidad supera a la fantasía porque el mundo entero sufre más que cualquier otro momento de la historia. Porque todo ese mundo fantástico, pese al surrealismo, enseña más que la escuela. Leer es un estallido de la mente que lubrica sus bibliotecas, es un constante cambio de personalidad.

Cuento emotivo sin personajes
Hoy el amanecer es todavía despejado. Las sombras de los árboles acortan con el paso del tiempo sus manchas. El paraje no deja de ser maravilloso como un alumbramiento de clase media y donde todo brilla. Parece un remanso de paz cerca de una playa despoblada. Entre los cerros se …

No lo dudes, te cambiará la vida. Atrévete a experimentar un cambio de personalidad al día.

Parábola del esquizofrénico | Fragmento del libro Parábolas del servicio al cliente

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El médico psiquiatra disfrutaba escuchar al profesor Enrique Vidaña porque coincidía con muchas de sus justificaciones para enojarse con todo el que le rodeaba. Esperaba que llegara esa tarde aunque ya estaba retrasado para su cita. Diez minutos más tarde llegó finalmente su paciente.

¿Cómo le va profesor Vidaña? Se le hizo tarde. ¡No fue mi culpa! Ese estúpido acomodador de autos no tiene ni la más mínima conciencia del tiempo de los demás. Imagínese que tardó poco más de diez minutos en entregarme mi automóvil.

¿Qué es una parábola?
La parábola designa una forma literaria que consiste en un relato figurado del cual, por analogía o semejanza, se deriva una enseñanza relativa a un tema que no es el explícito. Es en esencia, un relato simbólico o una comparación basada en una observación verosímil.

El doctor, paciente como era usual, dejó que el profesor se desahogara: ¡No hay uno solo! Todos los estacionamientos del centro son iguales, tardan “horas” en darnos el automóvil y tenemos mucho qué hacer. ¡Son unos desconsiderados!

El propio psiquiatra había sufrido los retrasos en los estacio-namientos del centro por lo que entendía perfectamente a su paciente. Con todo respeto para usted, doctor, dijo el profesor Vidaña “son unos #$/&%. Me tienen hasta la =$#”&/. Y nos tienen amarrados de los ¡””#$%%&, porque todos son igual de lentos y flojos”.

Increíble, pensaba el doctor, que un paciente como el profesor Vidaña se pusiera como fiera, ni sus grados académicos y educación le salvaba de comportarse como un inadaptado social.

¿Cree usted, doctor, que soy el único que sufre de este mal? A mi me parece que lo justo para un cliente es que lo traten con rapidez, que lo atiendan con respeto y eso incluye que respeten nuestro tiempo y que sean más prestos para el servicio.

Créame, profesor Vidaña, contestó el doctor, su problema es muy serio y va a requerir un tratamiento. A mí nunca me han hecho esperar en los estacionamientos del centro. Vamos a requerir un tratamiento de veinticinco sesiones y un medicamento tranquilizante antes que su esquizofrenia siga avanzando.

HOMILÍA

Al parecer el doctor aprovechó la oportunidad que tenía de llenar su agenda con un paciente muy impaciente que tenía un reclamo plenamente justificado: un servicio oportuno y eficiente. ¿Será muy difícil invertir en algunos cambios dentro de las organizaciones –estacionamientos, por ejemplo- para enfocarse a ser prestos en el servicio? Si usted no sabe por qué las empresas tienen un promedio de vida menor a dos años he aquí una de las principales causas: no están enfocadas a satisfacer las necesidades de los clientes, entre otras, a dar un servicio oportuno, eficiente, a costo accesible y de calidad.

FRASE DEL DÍA

La recompensa del trabajo bien hecho es la oportunidad de hacer más trabajo bien hecho. -Jonas Edward Salk.

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Existencialismo de mis amores

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Se me acabó la admiración por los amaneceres, me invadió el existencialismo, esa corriente filosófica que para unos aturde y despierta en sus emociones cierto asco. ¿Cómo podrían sentir eso, si defiende la libertad del hombre y considera a la vida actual como la verdadera trascendencia? Además, todos admiran a Heidegger, a Jean-Paul Sartre  o Albert Camus; es irónico que les puedan llamar maestros y no darse cuenta que fueron ellos importantes representantes del existencialismo.

Y camino por las calles pateando piedras o voy a los funerales para dispensarme del trabajo como Meursault, el protagonista de la novela de El extranjero, precisamente de Camus. Si también me importa una pura y dos con sal la vida de los extraterrestres fetichistas, o el número de calorías en una bolsa de papas fritas. Me encoge las polainas un sermón basado en fantasías, político o moral, acedo desde su causa, ríspido controlador de conciencias. Y de repente sólo me ilusiona encontrar bajo los escombros de una guerra, algún libro de colgadas arrugas como mi abuela que amaine los dolores de la congoja espiritual. Mi vida da un vuelco, en cambio, cuando leo párrafos como este:

Enrique Zapata murió por exceso de literatura. Trescientos kilos de libros le cayeron encima de súbito y acabaron con su vida. – Libros que matan de Alexander Prieto Osorno.

La vida es una quimera

Leyendo a Héctor Abad Faciolince en un artículo de El Espectador, me pregunto, al igual que él, si los escritores debemos matar, como lo hicieron Cervantes, Lope de Vega o Tolstoi. Debiera ser un requisito como lo sintió Meursault. Porque siempre queda la pregunta si matar es vivir mejor. Si la vida tiene sentido o es una quimera. Algunos agradecerían a sus homicidas o les gustaría cambiar de papeles. Y pasando a las afirmaciones, ¡es tan emocionante matar personajes en las novelas!

Pero al ver las cofradías de rateros políticos, no sólo de México, sino del mundo, cuyo común denominador (y altamente mayoritario –quizá debiera decir más del 90% de ellos-) es buscar el dinero y el poder, me produce La Náusea de Sartre, obra eminentemente existencialista y donde defiende:

Todo es gratuito: ese jardín, esta ciudad, yo mismo. Cuando uno llega a comprenderlo, se le revuelve el estómago y todo empieza a flotar… eso es la Náusea.

Cruda realidad de la literatura

¿Qué divino placer debió vivir Cervantes al fumarse un Quijote tan irreverente? Shakespeare me conmovió a las lágrimas de carcajadas al matar a todos sus personajes de Hamlet, Torcuato Luca de Tena merodeó los placeres de la locura en Los renglones torcidos de Dios, mientras Lope de Vega imaginó mi persona varios siglos antes de mi nacimiento al relatar mi vida en El villano en su rincón.

Porque después de ver la escenografía teatral del mundo actual, prefiero la cruda realidad de la literatura. –Yo mismo.

Los Beatles fueron más famosos que Jesucristo, según Lennon; su época multiplicada en colores y aseveraciones de amor y paz, es una forma clara de existencialismo en donde la seriedad se guarda bajo tierra, y esto se vuelve el paraíso. Donde los amaneceres se vuelven cotidianos pero las sonrisas provienen de chispazos improvisados y superfluos. Sin culpar, sin egoísmos, diatribas sin remitente y poemas en el templete.

Fuera de sí, o como consecuencia de, los escritores latinos, un día, se embelesaron con estas tierras y esta gente. Los palacios europeos no fueron más un sueño fantasioso de los invasores; a cambio, lo sublime de una tierra agreste y la techumbre de palma con pies mojados, espolvoreados por el salitre de la arena o los perros junto a la mecedora ahogándose por el tabaco y picoteados por los mosquitos.

Facundo, provinciano, bárbaro, valiente, audaz, fue reemplazado por Rosas, hijo de la culta Buenos Aires, sin serlo él; por Rosas, falso, corazón helado, espíritu calculador, que hace el mal sin pasión, y organiza lentamente el despotismo con toda la inteligencia de un Maquiavelo. –Facundo de Domingo Faustino Sarmiento.

Mundo vedado a muchos, existencialismo puro

Detrás del mundo de los que parecen vivos en este, se encuentra otro, uno más mitológico, prosaico y sombrío, desgarrador y comprensivo, alucinante de marihuana y jadeante de cocaína, desvelado de alcohol, hacinado en las cloacas, descalzo, improvisado, que tiene sus quereres en barcos de mujeres.

Más bizarro y más diverso, de adeptos incontables y de donde nadie imaginó que en él, se encontrara la verdadera definición de la vida. Un existencialismo exacto. Pura vida. Puro amor. Picardías y fierros oxidados, fábricas abandonadas. Carreteras cuarteadas por las fuertes ramas de ahuehuetes colindantes. Místicas plazuelas grafiteadas y los cilindreros, los globeros, las ardillas volando por las copas, los pintores de aerosol. Un chiquero con perímetro de madera envejecida, lluvias torrenciales, autos viejos, pastores adolescentes, miradas de un viejo en el camino de tierra esperando a que un día las flores del panteón le sepulten victorioso.

¿Qué más pueden pedir? Son esos amaneceres simples ratas de mercado maloliente, que intrigan, más no son más que multitudes; dame algo más novedoso, rómpeme el cráneo con un hueso de vaca o déjame seguir pensando en la inmortalidad de mis cangrejos.

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Publicado originalmente en La Jungla de Mariano