La tanatología y sus promotores pseudocientíficos

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Un tratado o ciencia que hable de la muerte no tendría por qué ser atacada por los científicos si esta se dedicara a explicar con evidencias, hechos y datos contundentes, verificados con metodología, pruebas de control, documentación cuidadosa de casos y demás procedimientos aceptados para ese fin.

Suelen desviarse

Apenas leí una obra denominada: La muerte, un amanecer, donde la doctora (médico) Elizabeth Kübler-Ross habla que ha sido criticada por la comunidad científica. ¡Claro! Ella misma cuenta los argumentos que le dan los científicos y es obvio que ellos tienen razón. Ella se está dejando llevar por intuiciones y cuentos hermosos de gente moribunda cuya capacidad psicológica ha mermado, vive un trauma, está muriendo. Obvio que no son datos confiables para pruebas científicas.

Cuando el dolor humano está presente, se suele caer en lo que algunos llaman sensiblería, emociones extremas, capaces de nublar la mente de quienes padecen enfermedades, cuando la muerte se acerca, cuando hay tristes despedidas.

Una posible prueba de algo

En el libro en cuestión, la doctora narra algunos casos de gente invidente que parece desprenderse de su cuerpo y poder ver, siendo que eran ciegos, y describen habitaciones, color de la ropa de la gente. Permítanme dudarlo, en primer lugar porque como buen daltónico, eso de ver colores me ha permitido entender que depende mucho un color del reflejo de la luz con que se mira. Si un ciego pudiera ver por unos instantes, difícilmente sabría cuál es el color, cuál es su nombre, cómo llamar a ese color si nunca ha podido tomar una clase de colores, tonos, semitonos, combinaciones, etc.

En segundo lugar, porque si lo considera una prueba científica, debe mostrar la documentación, pruebas, contrastes, métodos de control, como cualquier científico consolidado que sigue una metodología rigurosa para medir, evaluar, sustentar los hechos, las evidencias, las pruebas e incluso hay formas válidas para la presentación de testimonios: condiciones del testigo, capacidad suficiente para hablar del tema, y desde luego, los que en otros momentos no eran «creyentes» pero pueden atestiguar bajo juramento que con ese específico caso se han quedado «sin palabras».

Así que, una de las pocas PRUEBAS que podría tener la «tanatóloga» la trata como una novelita de ficción.

Albert Einstein

Científicos con fe

Hablar de que hay un dios esperándote, sin pruebas, es un idealismo pseudocientífico. Ni los científicos de gran renombre que fueron creyentes de un dios, pudieron aportar una sola prueba de la existencia de dios.

Dice la doctora que los muertos esperan a los recién fallecidos en el más allá. Del dicho al hecho, hay mucho trecho. Si quiere que su pseudociencia pase a ser ciencia, obvio que necesita presentar pruebas, no argumentos sin sustento.

Uso de científicos como argumento de autoridad

Quienes creen usan a científicos de renombre como Carl Sagan, Carl Jung, Albert Einstein, Sigmund Freud, Stephen Hawking, todos ateos, para torcer sus frases célebres, pretendiendo usarlos como argumentos de una autoridad que les da la razón. Estoy seguro que ellos no le darían la razón. Las religiones han torcido todo lo descubierto por la ciencia, con argumentos como «La ausencia de evidencia no es necesariamente la ausencia de existencia». Claro, pero no dan pruebas de la existencia ni de dioses, ni de ángeles, ni de fantasmas ni de cualquier otra ridiculez metafísica.

Las mariposas y su capullo

En España la llamarían capullo. La señora pseudocientífica del documento mencionado cuenta un lindo cuento que al morir como las mariposas, nacemos, dejamos el capullo que es nuestro cuerpo y entonces empezamos a vivir realmente. Permítante reír. Es lo más chistoso que he oído en mucho tiempo, por todo lo que he dicho en este artículo.

Ensayo argumentativo

No es lo mismo un ensayo científico que recoge un reporte de investigación, paso a paso, para que se pueda sustentar un descubrimiento que un ensayo argumentativo como el que piden en la preparatoria para tratar de convencer usando recursos retóricos, cuya existencia frente al primero es algo así como una vacilada, un juego de palabras, un conjunto de falacias lógicas que desacreditan datos reales e imponen con hechicería barata sus falsedades.

Conclusión

Si queremos hacer ciencia, ya sabemos lo que debemos hacer, no nos podemos dar el lujo de embadurnarnos de la etapa inmadura de nuestra historia universal donde las religiones pretendían ser el único vehículo de la verdad cuando lo que hacían era, como en el ensayo argumentativo, torcer la realidad a su antojo.