¿Tomó en cuenta la calificadora Fitch la variable de la disminución del robo a Pemex? – AMLO.

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El Presidente reclamó a los inversionistas que no tomen en cuenta el ahorro de 30 mil millones de pesos que se están recuperando por combate al robo de combustible?

Pemex pronto dará mejores números: AMLO.

Considera que la evaluación que Fitch que bajó la calificación crediticia de Pemex tiene una serie de variables de medición siempre en torno a la política neoliberal, esa perspectiva de crecimiento que las convierte en cómplices de la corrupción dentro de la misma empresa petrolera.

El Gobierno de México no se siente incómodo por la situación, pues sabe que pronto las cosas van a cambiar y esas calificaciones se van a revertir: «vamos por buen camino», ellos no consideran una serie de factores como la corrupción para dar la calificación a Pemex y otros estándares.

El nulo crecimiento de México se debe a la corrupción y eso no está en ninguna consideración de variables de las empresas calificadoras.

Nuestra proyección es crecer hasta producir 2 millones de barriles diarios a finales de año, indicó.

Popularidad de AMLO a la alza, piden clonarlo en Chile

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Las acciones del Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador le siguen dando popularidad, ya casi llega al 90%. Su combate a la corrupción desde el recorte de salarios a los cargos más altos del Gobierno de México hasta el ataque frontal al huachicoleo (robo de gasolina desde los ductos) le está creando fama internacional.

Quitar pensiones a ex-presidentes, consultar a la población sobre las principales acciones de su gobierno, dar apoyo a adultos mayores y becas a los estudiantes, actuar con respeto a las instituciones en otros órganos de gobierno, no usar al ejército como represor, dar conferencias diarias desde temprano, entre otras acciones, están dando buenas señales.

Los mercados reaccionan positivamente, el peso está recuperando terreno, la gasolina ha bajado en casos más de un peso por litro, se destapa la cloaca de PEMEX y la cantidad interminable de casos de corrupción que se han encontrado y se están combatiendo.

Ese es el Presidente de México que en otros países piden que se clone, que se hagan copias de él porque allá les hace mucha falta un presidente honesto y confiable que luche contra las enormes desigualdades que ha dejado la política económica neoliberal en las tres últimas décadas.

En España ya están usando las redes para denunciar la corrupción y poder influir en la elección presidencial siguiente, destronando a los corruptos de ambos partidos, el Popular y el PSOE. Quizá también podrían evaluar las acciones del nuevo partido Podemos.

La relación con el infame presidente Donald Trump, al menos, no son por ahora un dolor de cabeza, pese a que se entercó en cerrar su gobierno para presionar a las cámaras a que construyan el famoso muro.

En eso también AMLO está acertado, provocando en la franja fronteriza una zona económica especial para evitar que la gente se vaya a los Estados Unidos. Bajó la gasolina, subió el salario a 178 pesos diarios y disminuyó los impuestos (ISR e IVA).

Quizá, como ha dicho en diversas ocasiones, irá ganando más adeptos conforme vean los cambios. Es obvio que los afectados porque ya no podrán seguir robando, se inconformen y prefieran sembrar rumores que les permitan continuar con la rapiña. No lo creo, veo que va en serio y que la corrupción en México tiene sus días contados.

Hacer un drama con cualquier pretexto

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Hablemos del género dramático en la literatura. Hay tantos que ya se clasificaron, los metieron en cajitas como comediatragediamelodramatragicomedia y la farsa. Si quieres saber de ellos, picha sus ligas. Hoy quiero detenerme en otras reflexiones.

Cuando se repite tanto un licuado llega a hartar, nos aburre, pierde su esencia pero ¿qué tiene el drama literario que aún reinventándose, creando refritos, los vuelven a poner de moda? ¿Cómo es posible que no nos aburramos de ellos? ¿Por qué sigue siendo un drama morirse o enemistarse con la amada?

Hay quienes hacen un drama de cualquier cosa, como ejemplo las mamás ante la menor provocación (aunque hay honrosas excepciones). ¿A quién le tocaba lavar los trastes? ¡A mi no me vengas con cuentos! Ese cuarto lo quiero limpio cuando regrese.

Pero somos empáticos y nos gusta meternos en la vida de otros, en sus dramas, por muy repetitivos que resulten. Sólo es necesario identificar al personaje, a esa pequeña que vive con la madrastra, al adolescente que sufre acoso del cura, al hombre que no puede pagar sus deudas… empezamos a sentir por ellos, a imaginar qué haríamos si nosotros fuéramos los involucrados en esos dramas.

Somos capaces de reír y llorar, enternecernos y soñar con un personaje. Por eso el género dramático es tan socorrido, tan deseado y buscado. Una buena historia no deja de venderse a lo largo de los siglos. Pero hay de dramas a dramas. Un homicidio como Hamlet puede ser muy doloroso, causar pavor, generar angustia y provocar misterio, pero ¿qué tal el drama del mismo autor: Romeo y Julieta. Quizá los vivos nos duelen más que los muertos o el amor es más apasionante en la literatura.

Sin lugar a dudas, Edipo Rey es aún más inquietante, genera en nosotros fuertes emociones, duras, filosóficas. ¿Qué tan impactante puede ser el enterarse que tu mujer, con la que tienes tres hijos, es también tu madre? ¿Cómo perdonar a Dios o al oráculo cuando ha provocado un dolor tal que terminas sacándote los ojos?

Hay dramas como los de enamorarse del mismo sexo, como en El beso de la mujer araña o la vida de Freddy Mercury, o perder la fe siendo sacerdote como El sacerdote ateo. ¿Qué tal aquel hombre que le pierde el sentido a la vida al grado que ni la muerte de su madre le conmueve –El extranjero-?

Ya los griegos les llamaban tragedias, especialmente aquellos que terminaban con todo el elenco en un tópico tan trillado como la muerte. Hoy día, las conjeturas de Sherlock Holmes se repiten en en Doctor House, El mentalista, CSI Miami o New York, en Hawai 5-0. Y nos tienen siempre con el alma en un hilo hasta el desenlace.

Tal parece que hacer un drama de cualquier cosa, como esquivar la chancla precisa de una madre, sigue estremeciéndonos y pasados los años lo recordamos con melancolía. Son el quehacer más socorrido de la humanidad y algunos nos volvemos adictos a historias como las crueldades de un dictador (La fiesta del chivo).

No podemos dejar de mencionar historias que más bien son aventuras como los Cronopios de Cortázar (una aventura más literaria que humana, es decir, una incursión en el juego de las palabras más que en el drama de los personajes), o una historia como Cien años de soledad cuya aventura se extralimita, se exagera, nos lleva a una dimensión donde los objetos se vuelven irreales y los amores, fantasías.

Toda esa emotividad proviene de la amígdala en nuestros cerebros y de una herencia evolutiva que la mantiene viva por el instinto de supervivencia. La disfrutamos gracias a los químicos que nos dosifica la imaginación y ese «ponernos en los zapatos de otros», empatía, que, por suerte, en la literatura, es un deleite maravilloso que, además, nos enseña a enfrentar los retos de la vida.

Explosión pone de manifiesto la injusticia en México

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La verdadera justicia pareciera no existir en nuestro universo, porque no se trata sólo de aplicar un correctivo cuando alguien se ve afectado por otra persona, sino de prevenir que cualquier gente sea vulnerable ante sus semejantes.

Anoche se incendió una toma clandestina de gasolina, matando a más de 60 personas y dejando heridas a más de 70. Como ejemplo, este hecho nos sitúa ante una disyuntiva moral: en primer lugar, ¿quién es responsable de engañar a la gente con obtener de forma tan alevosa los ingresos para subsistir?

Esto quiere decir que, mientras unos pueden comer en vajillas, hay quienes no pueden más que arriesgar sus vidas para obtener el bocado que sus hijos llevarán a la boca. Visto desde otro ángulo, cada vez que alguien abre un ducto, nos afecta a todos y así, en una secuencia infinita de actos desconsiderados, terminamos generando a la maldita pobreza que, en un círculo vicioso, ahora necesita robar para comer.

La sociedad ha señalado, por medio de una incongruente organización, la existencia de leyes para convivir; un modo, una estrategia que facilite el inalcanzable respeto entre las personas. Y ni las leyes, ni las autoridades, ni la gente, alcanzan a dimensionar la importancia de dar valor sagrado a la humanidad.

Quienes hacen las leyes se valen de ellas para dominar, pisotear o subir el escalafón de una estadía jerárquica, en esa lucha de clases ignominiosa. Quienes gobiernan no son distintos y se aprovechan del cargo para fingir que trabajan en beneficio de los pobladores y estos, subyugados a una esclavitud legalizada, pueden llegar a comportarse como bestias, ya lo vimos ayer.

Aquel que sube precios, acapara productos, el que roba combustible o el que lo hace posible comprándolo, el que sueña con quitarle el puesto a un compañero de trabajo y el que lo tiene para aprovechar su condición y minimizar al otro, el que presta y el que pide prestado, el que no enseña porque no quiere leer a los alumnos que no quieren aprender, el que no se lava las manos para cocinar y cobra con la misma mano, el que no deja limpio el baño…

La justicia empieza por ahí, por lo más básico, entendiendo que mi paso por este mundo dejará una huella en otros, sabiendo que alteraré el ecosistema, que romperé ciclos virtuosos para hacerlos viciosos. La justicia traerá la paz y es por eso que la humanidad siempre está en guerra, porque no hemos dado el valor suficiente al respeto.

El resumen es la justicia cimentada en el respeto a la mujer de otro, a su vida, a sus posesiones, a su dignidad, a su integridad, a su moralidad. No requiere leyes, requiere conciencia, educación, herencia, ejemplo, imitación. Quizá por eso puede ser utópica.

El pasado ha dejado huella en nosotros y si los que hicieron esta nación pisotearon a los demás y se adueñaron de sus mujeres, de sus tierras y hasta de sus creencias, pareciera que estamos satisfechos con esa tradición. Aprendimos a la mala a sobrevivir en la ley de la selva. Se suponía que con la madurez de nuestra nación habríamos alcanzado la conciencia para romper ese esquema.

A cambio de ello, llegaron algunos abusivos a pretender enseñar con ideologías la forma de ser obedientes ante la autoridad, exprimiendo la mano de obra y colocándose en una posición de permanente imposición. Hoy estamos aquí, intentando romper esas cadenas y ¿qué hacemos? Nos comportamos como las bestias que nos obligaron a ser.

Ya podemos ver que unos se esfuerzan en demostrar los saqueos y luchan por acabar con las injusticias que nosotros no nos inmutamos, seguimos creyendo que todos son de la misma calaña. En lugar de aportar, restamos. Bien vale un acto de conciencia, un repaso sobre nuestras pobres actitudes de respeto a los demás.

Qué terrible error pensar que siempre habrá algunos dispuestos a delinquir, a apostar por la inestabilidad, que no entendemos los enormes poderes de una humanidad inteligente, capaz de sobreponerse a las adversidades, capaz de aprender de sus errores, de crear alternativas, de construir puentes y desaprender para reinventarse.

Si algunos están fuera del común y se siguen comportando como bestias, habrá que analizar qué provoca tales actitudes sociales pues generalmente son producto de abusos, resultado del poco respeto que les dieron, de las nulas oportunidades que tuvieron para desarrollar sus potenciales y solventar sus más básicas necesidades mientras otros, que se dicen ejemplares de cultura, se pasean en pasarelas que miran a otros por encima de los hombros.

No hay muchas opciones, pero son efectivas: si queremos paz, luchemos por la justicia y si queremos justicia es indispensable el respeto, no a las leyes, no a las jerarquías, no a las autoridades, sino a las personas, a los demás seres vivientes, al medio ambiente, a las futuras generaciones.

Así como un día luchamos contra un régimen corrupto y criminal, exigiéndoles respeto a los pobres, a los familiares de desaparecidos, en el que muchos nos desgastamos la garganta para gritar las injusticias de quienes no tienen voz en esta descomunal desigualdad social, hoy hay que sentar las bases de un sistema que permita a todos, incluidos los opositores, a competir con igualdad ante los demás, a aceptar que piensan distinto y que siempre serán escuchados.

La importancia de creer en el Presidente López Obrador

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La historia reciente ha sido tan compleja, tan llena de engaños y de un abuso tal de las autoridades hacia el pueblo, que muchos quieren creer en él, aún sin haber visto mejoras en su calidad de vida. Pero hay motivos suficientes para creer en él, al menos por un par de años; veamos.

Ante la situación de combate al saqueo de ductos de Pemex, delito llamado huachicol, hay una parte de la población que está indignada por una supuesta planeación errónea de la estrategia gubernamental. Dejándoles el beneficio de la duda, supongamos que tienen razón y que efectivamente el Presidente y su equipo, cometieron errores casi imperdonables.

Ante eso, de cualquier manera, hay logros que no se pueden minimizar. Se ha descubierto la amplia red de criminales, incluidos los de cuello blanco, que se alimentaban de los ductos para enriquecerse a costa de los ciudadanos.

¿Error de principiante?

El pueblo ha dado su veredicto: combatir el huachicol a toda costa, lo dijo una encuesta del periódico «fifí», opositor a AMLO, El Reforma. El 73% de los mexicanos están a favor de actuar contra estos malhechores. Si el presidente es principiante en asuntos de la administración pública, no resulta novato cuando se trata de la sensibilidad ante las demandas ciudadanas.

Nadie dijo que sería fácil acabar con el crimen organizado, la inseguridad, el saqueo institucionalizado. Él lo ha hecho con la mano en la cintura. Está cerrando las válvulas de la corrupción. Eso redituará en un beneficio sustancial a la nueva forma de distribución del dinero en nuestro país que, y muchos estamos conscientes, ha sido el principal problema de la etapa conocida como neoliberal.

¿Debemos creerle?

Nos conviene. No hay en la actualidad un mejor ejemplo de político que haya arriesgado tanto como él, que haya luchado por las causas que duelen a México: la pobreza, la corrupción, el abuso de los aristocráticos, el crecimiento de la delincuencia, etc. Nadie como él, ha luchado por desenmascarar al régimen maldito que le precedió.

Incluso entre sus allegados, hay quien difiere en algunos de sus métodos, no por eso le retiran el apoyo. Saben, como deberían saberlo todos, que si México perdiera en estos momentos a López Obrador, entraríamos en una guerra civil de proporciones épicas.

El poder de la mafia es aún grande y sólo él ha podido aglutinar a la amplia diversidad de conciencias que hay en México. Nos conviene creerle, no sólo como un asunto de fe, sino por cuestiones pragmáticas. ¿Cuándo terminaría este régimen si no fuera por acciones desinteresadas del personaje que dice estar ya en el inventario de México?

López Obrador y su filosofía

Soy uno de los primeros que no concuerda con una persona que cree en la divinidad y, sin embargo, ya lo ven, confío aún en él, siendo un ateo consumado e incluso promotor de esas ideas. Lo hago porque quiero un mejor futuro para mi país y mis descendientes -en ese orden-.

No me imagino, por el momento, pienso y medito a diario, un futuro más prometedor que el propuesto por AMLO. Obvio, podría haber otros personajes y escenarios, pero de momento no los hay, no los veo. Considero que la democracia aún requiere madurez, la paz necesita todavía justicia, la educación implora pensamiento crítico, la salud necesita de la ciencia y la religión de una seria confrontación.

Todo eso nos debe orillar a caminar de la mano del Presidente Andrés Manuel López Obrador, incluso no siendo morenistas. Yo no lo soy, ni lo seré, pero apuesto que atacarlo es apostar por el caos, la insurrección armada, la condena a la miseria para millones de hermanos mexicanos.

Hay un plan

Ya vemos que él tiene un proyecto de nación, abierto y sincero, publicado y que ha cumplido con él todo el tiempo, es congruente con ello. Si no lo conocen, es porque no han querido. Está incluso en sus libros. No es nada aberrante, no hay piezas sorpresivas.

Sin embargo, detrás, están los otros intereses y siempre fueron ocultos, interesados en su propio bienestar a costa de los mexicanos. Han dejado daños a la vista de todos y por eso nos conviene, por el momento, apoyarlo en esta lucha frontal contra la mafia del poder que se coludió con criminales y que se enriquecieron a costa de los menos favorecidos.

Si dentro de un par de años vemos que su estrategia falló, ya evaluaremos a quien poner, quién tiene una mejor idea; pero de momento, resulta peor incluso dar marcha atrás, sería como dar el visto bueno al robo de combustibles o aplaudir los desfalcos en el NAIM, Odebrecht, las desapariciones, la injusticia. Entonces sí, nuestra corrupción sería cultural.