¿Y si me invento un dios?

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Quisiera un dios no tan bueno y santo, benevolente y piadoso, porque tanto amor a la humanidad la ha convertido en lo que es. Mejor uno maldito, uno desdichado, desgraciado y perro con la humanidad, que nos humille, que nos haga sentir cucarachas indignas, cuya impiedad nos haga sentir hermanos, cómplices, amables unos con otros, capaces de comprendernos.

Quiero un dios al que no tenga que confesar mis pecados, que respete mi libertad de decisión, que no mendigue mi atención. Lejos de eso. Un ser divino pero ausente, que no imponga la paz del mundo que tenemos, ni que necesite alabanzas para ganar su consideración.

En lugar de un dios omnipresente, atento a todos los males del mundo, prefiero uno de tamaño menor, uno al que no le incomode nuestra presencia, que no necesite darnos reglas porque no somos nada importante para él. Si puede, que se mantenga lejos de nosotros.

Voy a inventarme un dios cuya sabiduría no entorpezca la nuestra. Cuyos deseos no se incomoden con los nuestros. Un dios al que yo pueda acomodar según mi voluntad y no que deba aceptar la suya.

Mi dios será famoso en las actuales comunidades de creyentes pues podrán comer del árbol del bien y del mal, del conocimiento; no se sentirán arrepentidos por lo que han hecho, pues no habrá mal, ni bien, sólo acciones humanas sin calificativos.

Dedicarán sus esfuerzos a convivir con otros seres humanos, quizá distintos, pero igualmente aceptados por los demás. Este nuevo dios estará tan lejos de nosotros que ni siquiera tendremos noción de su existencia. Como es producto de mi imaginación, no tendrá importancia, será insignificante. La humanidad renacerá en un mundo del cual se hará responsable.

Quiero un dios ambiguo y no tan preciso como dicen que es. Cuya palabra no se entienda en los diferentes contextos. Cada quién podrá leerlo a su gusto, a su antojo y las frases puedan ser usadas a favor y al gusto de quien desee citar su palabra.

Prefiero un dios con favoritismos, no uno que ame a toda la humanidad por igual; que haga milagros por fama y no para erradicar enfermedades. Quiero uno que sea capaz de olvidarse de otros mundos y se dedique sólo al nuestro o mejor que desaparezca.

No quiero un dios que sea perfecto, sino que se equivoque, que nos dé la oportunidad de enseñarle unas cuántas lecciones. Prefiero un dios que no use al demonio como pretexto sino como aliado para engrandecer a los que seamos llamados sus hijos; prefiero no ser su hijo, sino su socio, corresponsable del cuidado de mis hermanos, de otras especies y de la naturaleza.

Voy a inventarme un dios insípido, sin color, sin chiste, para que no llame la atención de nadie y así, lo que hagamos por nuestros hermanos sea valorado. Que no requiera la humildad y no le estorbe la soberbia.

Sé que muchos amarán buenos sabores sin arrepentimiento ante las dietas, pues mi dios se habrá hecho una creación 100% sustentable. Nada engordará, nada estorbará, nadie morirá, pues su vida eterna será la única.

Nadie podría morir, por tanto, nadie será capaz de asesinar. Ninguna acción es considerada malvada, eso no existirá. Todo lo que podemos hacer es bueno, no importa quién lo haga, de qué territorio provenga, cuáles sean sus gustos, será una vida feliz.

No quiero un dios tan misericordioso que haga valorar la pobreza, prefiero un dios capaz de enriquecerlos a todos por igual, sin necesidad de dinero.

Quiero un dios que no señale con el dedo a quienes no piensan como él, sino uno multicultural, diverso, enriquecido por el conocimiento de la amplia gama de formas de ser. Uno que permita la autocomplacencia y no se ande con limitaciones morales.

Hagamos entre todos un dios más conveniente no sólo para cada uno, sino uno efectivo para la paz, invisible para el amor fraterno, sin reglas arcaicas que limitan la eclosión humana. Recuperemos la dignidad que las creencias pasadas han sepultado en acumuladas listas de pecados.

Si no existiera el escepticismo

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El mundo no sería el mismo sin esta útil herramienta. Es una doctrina filosófica que plantea la duda como instrumento para conocer la verdad y descubrir la mentira, las falacias.

Sin ella, el mundo que conocemos sería otro, que ya de por sí se traga mentiras como si fueran producto de consumo esencial. Hoy día millones creen en ideas absurdas que si me pongo a enumerarlas, tardaría varios semestres universitarios.

Hay quienes creen que el hombre no llegó a la luna en 1969 y hay quienes creen que sí. Dudarlo es hacer uso del escepticismo, pues bien sabemos que en la historia, los Estados Unidos han mentido más de una vez. Quizá seguirá la duda, pero es mejor que afirmar algo de lo cual no tenemos pruebas.

Sin el escepticismo, nos ahogaríamos en mentiras de todo tipo. Nos creeríamos que todos los negocios en los que podemos invertir van a darnos frutos en 18 meses y quedaríamos pobres sin saber por qué, pues sin escepticismo tendríamos claro que fuimos inútiles al trabajar ese negocio y no porque el negocio en sí fuera un fraude.

Tendríamos muchas deidades: tlaloc (dios de la lluvia) y zeús (del trueno), baco (del vino) y así. No podríamos dudar de ellos y creeríamos que todos existen por igual. Creo que todos podrían ser dignos de aplicarle nuestras razonables dudas, pues hasta ahora han pasado más de 4 mil dioses por las constelaciones religiosas de la historia.

Dudar es una forma de reflexionar, de profundizar en el conocimiento. Es parte del mecanismo que utiliza nuestro cerebro desde la prehistoria para subsistir: ¿está en peligro mi vida? ¿es un elefante o un león? Es preferible dudar que morir en el intento.

Nos permite estar alertas, atentos a posibles mentiras de nuestros sentidos que envían información al cerebro. Para tomar decisiones acertadas, nuestro razonamiento lógico indaga, revisa con cuidado, investiga, si se puede, lo hace a fondo. Tristemente, en nuestros días, la gente ya no se toma el tiempo de cuestionar y hemos vuelto a la Edad Media, al obscurantismo.

Los medios masivos de comunicación han influido para imponer la verdad que los gobernantes desean. No hay una verdad, sino la verdad oficial que no es otra cosa que una interpretación falaz de la realidad.

El poder requiere difundir su verdad, lo usa para controlar, para enriquecerse o para defender sus ideas políticas. Nuestro papel es dudar, no vaya a ser que nos roben derechos, estabilidad, seguridad. Lo mismo con todos aquellos que tratan de convencer de algo: publicidad, religión, educación ideológica (hay escuelas que deforman la realidad a su conveniencia, especialmente las religiosas), los medios masivos que son amarillistas o los que forman parte del círculo del poder, etc.

¿Cuáles son su origen y sus principales exponentes?
Algunos sofistas mantuvieron una actitud escéptica en el siglo V a. C. Es el caso de Gorgias de Leontini (483-378 a. C.), quien aseveraba que nada existe o que si algo existe no puede ser conocido, o que si algo existe y puede ser conocido, no puede ser comunicado. Durante el periodo helenístico, Pirrón (360-275 a. C.) difunde un mensaje escéptico referido fundamentalmente a la moral indicando que se puede vivir una vida feliz sin los valores tal y como habían sido concebidos en el pasado. Posteriormente, el escepticismo regresará al campo de la teoría del conocimiento, plasmado en filósofos de la talla de Hume, quien despertó a Kant de su “sueño dogmático” o de Bertrand Russell en su ámbito lógico-matemático

Filosofía&co

Así, la verdad no puede ser conocida. Quien hable con toda seguridad de que ha descubierto el hilo negro de un tópico, seguramente está mintiendo, pues no hay una sola explicación que termine orientando a toda la humanidad. Hay relatos que nos orillan a decantar nuestras decisiones por una u otra opciones: «Muere en la silla eléctrica el asesino de niños», por ejemplo. Es un hecho comprobado y comprobable; el ejercicio del escepticismo radica en si la pena de muerte es necesaria, si la justicia realmente demostró su culpabilidad, si el medio de comunicación que emite la noticia lo está usando como medio de control social, etc.

Necesitamos el escepticismo o la realidad terminará con la humanidad. Las llamadas conspiraciones podrían ser ciertas y estamos ante un Nuevo Orden Mundial (investigue, así se le conoce) y hay un grupúsculo de la élite mundial que está tratando de esclavizar a la humanidad. ¿No es mejor que dudemos de la imagen de gran bondad que parecen tener todos esos magnates? ¿No conviene dudar de los curas que dicen que violan niños o que tienen doble moral al criticar a los homosexuales cuando ellos están en el closet?

Necesitamos ser más críticos, usar esta valiosa herramienta para indagar más y no quedarnos con la información de primera plana que casi siempre es un engaño, una forma de infundir ideologías, un vehículo de control y manipulación social.

Quisiera que dios existiera

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Es de envidia hacia los creyentes de un dios omnipotente, bueno, sabio, justo, no puedo menos que desearlo, como un buen antojo. Si los ateos también tenemos sueños, deseamos cosas buenas y un dios así no es para despreciarse.

Cómo quisiera que ayudara no sólo a resolver los problemas personales, con cierto grado de egoísmo para que mi vida fuera más fácil en algún sentido. Desearía que existiera para que venga a poner orden a este mundo loco, a este universo caótico que terminará exterminando a nuestra raza no como una forma de castigo, sino porque tarde o temprano el sol acabará con la Tierra.

Me gustaría que de vez en cuando viniera un ser mágico a darle una barridita a toda la basura humana. No es que desee el mal a algunas lacras que infestan nuestra intentona de evolución; pero, al haber un árbitro, al menos algunos jugadores tendrían alguien a quién temer.

Algunos dicen por ahí que si nos va mal es porque nos hemos alejado de ese ser bueno, que escucha, que promete volver mil veces, que en un pasado remoto se sacrificó por nosotros y en otro más remoto exterminó al 99.9% de la humanidad con un diluvio. Yo me pregunto ¿qué no tiene ideas creativas? ¿no es el CREADOR? ¿Entonces por qué no se deja de excusas y viene a diseminar amor en los corazones sin necesidad de correspondencia?

Porque dicen que él es todo amor, pero sus criaturas no seríamos más que fregaderas. Si es un amor de verdad, ¿por qué lo condiciona? ¿Por qué quiere que seamos nosotros quienes nos acerquemos a él? ¿Qué juego pervertido es ese? Parece novia berrinchuda y celosa.

Me gustaría que existiera porque el amor humano es de pacotilla. Ya muchos dicen que el amor eterno dura tres meses. Siempre detrás hay intereses ocultos, letras chiquitas. Si la humanidad se olvidó de dios, como el novio de la novia, ¿no será que es porque dios se olvidó de la humanidad? Aquí debe haber corresponsabilidad.

Pero si se anda escondiendo tras las evidencias científicas y no se demuestra su existencia, ¿cómo espera que sus criaturas le respondan con amor? Es un juego de escondidas de nivel terrorista, pues si no lo amas, te vas al infierno y sus seguidores, fieles, sufren porque no encuentran argumentos para defender su existencia y recurren al «dios actúa de formas misteriosas». Perdón que me ría.

Un dios no podría actuar de forma misteriosa. No puede. ¡Es dios! Es un ser cuya grandeza nos rebasaría a todos. Con sólo un paseo por la Tierra cambiaría la conducta de todos. A menos que el dios que todos sueñan tener no sea más que un diosito menor, incapaz de sorprendernos con sus poderes.

Es una verdadera dios-cepción. No se deja ver, no aparece en las evidencias científicas, no tiene limpio su chiquero, condiciona su amor sólo a quienes se ciegan frente a él, amenaza con castigos eternos, no muestra al banquete eterno, ni boletos ofrece. Eso sí, necesita dinero. Nuestro dinero, el de los pobres más pobres también.

La supuesta revelación

Para colmo, dicen que su libro sagrado guarda sus mandatos. ¿Además da órdenes? ¿Por qué habríamos de obedecerlas? ¿Por miedo? Ya no da miedo, ya sabemos que aún que nos portemos mal, él seguirá dormidito. Quisiera un dios al que no deba temer, ni rogar por un favor, ni tener que esperar su regreso por siglos, ni confrontarme con él porque no atiende las violaciones a niños, ni cura el cáncer de gente inocente y buena.

Quiero un dios completo, no uno que se esconde, no uno cuyas palabras se prestan a interpretación, quiero un dios de verdad y no el que se deja ningunear por los dioses de otras religiones, que se le puede vencer con argumentos. Desearía un dios que no le guste vernos sufrir en un valle de lágrimas, uno que dé felicidad y no miseria a los más jodidos del planeta.

Uno que resuelva la economía y ponga en su lugar a los políticos. Uno que erradique las enfermedades de una vez por todas y no milagritos aislados para que creamos en su existencia. Un dios cuyas apariciones no se vuelvan estampillas que sacan dinero de las alcancías.

Necesitamos un dios que no engañe a través de pastores violadores, de líderes multimillonarios, de habladores ritualistas. Uno que se deje ver, no que se esconda, uno atento a las necesidades, respetuoso de la verdadera libertad humana y no uno que ya tiene trazado un camino para cada uno. Un dios multicultural, que acepta la diversidad y no uno que se la pasa señalando con el dedo a los que no pueden siquiera intentar portarse como a él le gusta.

Soy ateo por obvias razones

Por eso no creo en dios. Pido demasiado para lo poco que ofrecen quienes intentan venderme la idea de que existe uno así. No creo porque detrás de supuestas verdades hay grandes mentiras. Iglesias que nacieron borrando libros y escribiendo otros a conveniencia.

Me sorprendió un cuento del Padre Gofo; sólo él se atreve.

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Una serie de asesinatos ocurren en el seno de la Iglesia católica, en la misma ciudad han matado a varios curas y el Obispo no tiene idea de quién puede estar asesinando a los presbíteros.

Luego de la muerte de un monaguillo (Leonardo Avendaño) a manos de un cura en la Ciudad de México que generó un gran escándalo, rescato para ustedes un cuento que escribió hace unos años el único sacerdote al que admiro desde mi ateísmo.

En cinco partes, el sacerdote Adolfo Huerta Alemán (Saltillo), narra una historia que no sale ni de la boca de un feligrés rebelde. Te llevará a un mundo inimaginable, capaz de causarte sobresaltos.

Un investigador pretende conocer al autor de estos asesinos en serie mientras que la Iglesia se inventa versiones imaginarias que no generen escándalos. El Vaticano ya tiene los ojos puestos en la diócesis y los feligreses aún no entienden bien a bien porqué mataron a sus pastores.

Aquí los 5 capítulos, espero los disfrutes igual que yo.

La muerte del cura – Adolfo Huerta Alemán Pbro.

Publicado por entregas en el año 2016 dentro del portal Letras del Norte, el Padre Gofo, como se le conoce, escribe regularmente y lo hace como crítico de las cosas que él piensa, deberían cambiar dentro de su Iglesia. ¡Ojalá logre despertar conciencias como él lo desea!

Puedes escuchar su programa de radio denominado El elogio de la locura, todos los jueves a las 8 de la noche por Radio Imagina: