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Ser un emigrante es tratar de lograr en tierras lejanas lo que no se pudo hacer en la propia. Ha intentado mil cosas por salir adelante sin éxito y recurre a la distancia para intentar alcanzar sus sueños que muchas veces terminan convirtiéndose en pesadillas.

¿Cómo somos los mexicanos?

Los emigrantes mexicanos alrededor del mundo son amigos muy cotizados; es fácil que otros se sientan en confianza con nuestros connacionales porque somos una raza especial, cariñosa, calurosa, afectiva; les caemos en gracia por nuestra muy particular forma de ver el mundo.

Pero estando allá, de inmediato empiezan a extrañar a la familia, las tradiciones, el ambiente festivo, y lloran un rato cada día. Esa sensibilidad innata les traiciona. Y, tanto como lo hacían aquí, trabajan mucho para aprovechar la oportunidad que no tuvieron en su casa.

Sufren, como pocos, por obtener un trabajo que les permita enviar dinero a sus familias para que puedan subsistir bajo la dictadura que tenemos quienes continuamos aquí. Algunos patrones del extranjero se aprovechan de la condición de ilegales para pagarles poco y hacerles trabajar de sol a sol. Ellos no pueden obtener licencia de conducir si no han regularizado su situación migratoria en aquellos países; tampoco pueden ingresar en el sistema de salud, ni sus hijos pueden asistir a cualquier escuela, porque serían deportados.

Riesgo de expulsión

Actualmente, 11 millones de mexicanos corren el riesgo de ser expulsados de Estados Unidos. Se calcula que casi un millón de ellos está en las cárceles de ese país esperando su deportación o cumpliendo una condena por delitos que muchas veces no cometieron. Los jueces de allá, acostumbran dictar sentencias más severas a los inmigrantes que a los nacionales para asustar a los hombres y mujeres libres. La gran mayoría, están presos sólo por no tener papeles.

Y no sólo sufren abuso de los nacidos allá. Las oficinas de gobierno mexicanas también se aprovechan de ellos, cobrando muchos de los trámites que deberían ser gratuitos. Algunos de esos trámites son demasiado lentos; hasta 6 meses para obtener un acta de nacimiento o un pasaporte mexicano.

Sacrificios de un inmigrante

Su lucha diaria por sobrellevar el idioma, las costumbres de la localidad, la disciplina de los empleos, les lleva a mantener una actividad cerebral constante, para no perderse en las rutas de autobús, para no toparse con los agentes de migración o no ser expulsados de su trabajo; necesitan hacer cursos intensivos sobre las leyes, de idioma, de sociología, estudiar los contratos de servicios, como el internet, para mantener contacto con sus familiares en México, o para enviar dinero de la forma más económica posible.

Un envío de remesas desde un banco en otro país hacia México cobra aproximadamente un porcentaje de 3%, y esas empresas hacen además otro negocio, jugando con el tipo de cambio de dólares o euros, a pesos mexicanos. Eso hace que ganen hasta un 10% del monto enviado. Cambiar dinero de una moneda a otra no debería costar un solo centavo, ¿no se supone que ambas representan un mismo valor? Bastaría con su diferencia en el tipo de cambio.

Con un pie allá y otro acá

Casi la totalidad de los mexicanos en el extranjero mantienen contacto y se informan de lo que pasa en nuestro país; siempre están preocupados por erupciones volcánicas, elecciones, sismos, escándalos y una de las más repetidas es su preocupación por la situación económica, ya que sus familiares en México les comentan en las llamadas la infrahumana situación que se vive en nuestro país, especialmente porque son familias de escasos recursos que viven al día con sus ingresos; si fueran gente con más recursos no habría tantos emigrantes.

Muchos de los que regresan, aún con dinero ahorrado, se arrepienten de hacerlo, porque ya no soportan las míseras pagas de un trabajo o los altos impuestos a pagar en una empresa; por muy buenos administradores que resulten y terminan dependiendo también del apoyo de otro familiar en el extranjero.

Mientras más lejos se encuentren, sus angustias crecen. Los costos de envío de dinero aumentan, los precios de los viajes aumentan y con ello retrasan sus visitas a nuestro país continuamente y terminan adoptando las costumbres de los otros países con mayor facilidad.

Desde allá ¿cómo ven a México?

Pero ellos tienen una especial mirada sobre lo que sucede en nuestro país porque lo ven siempre en comparación, a la distancia, con ojos distintos. Y todos ellos coinciden que México tiene un vecino que no le deja crecer, ese vecino es el país del norte. También observan con mayor claridad, sin la censura que suele haber en los medios masivos locales, la corrupción política que se evidencia en todas las esferas.

Les gusta apoyar movimientos solidarios de protesta e indignación de las acciones represoras del estado. Aveces con más fuerza que los grupos demandantes dentro del país, porque allá si se enteran de lo que pasa y sienten una obligación de impulsar desde la distancia, los cambios que aquí se requieren; con el sueño de volver algún día a vivir en México, con mejores oportunidades y calidad de vida.

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Por Joe Barcala

José Luis García Barcala, Joe Barcala, es Maestro en Literatura y Licenciado en Comunicación. Nace el 6 de septiembre de 1967 en el Puerto de Veracruz. Tiene 8 obras publicadas y publica en distintos espacios.

Un comentario en «La vida difícil de los mexicanos en el extranjero»

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