Con asombro conocí esta costumbre auténtica de la comunidad valenciana que, al menos en mi caso, jamás había escuchado hablar de ellas y jamás imaginé que me llevaría una muy grata sorpresa. Se trata de una colección de fiestas callejeras que inician el último domingo de febrero y culminan con la llegada de la primavera, se celebra el día del padre (19 de marzo) y el día de San José. Aunque esta festividad no es religiosa sino más bien tiene un origen comercial.
Hace muchos, muchos años… «La primera referencia documentada de las Fallas se remonta a 1774, pero no es hasta 74 años después, en 1848, cuando se pueden encontrar publicaciones continuadas sobre la fiesta josefina.» -Wikipedia. Los carpinteros sacaban la madera que les sobraba, la pedacería, a las calles y con ellas construían cosas, lo que se les ocurriera. Eso atrajo la atención de la gente y con el tiempo se convirtieron en verdaderas esculturas maravillosas. También han dejado de ser exclusivamente de madera y ahora son esto que se puede apreciar. Son impresionantes.
Igualmente sorprendente es el río de gente que las acompaña, los desfiles de los grupos falleros vestidos especialmente en trajes típicos españoles y no puedo dejar de mencionar la incesante quema de cuetes, petardos y lo que aquí llaman «La Masclèta» que durante todos los días del período comprendido dedican 5 minutos diarios a quemar cuetes en el centro de la ciudad. Tronarán por segundo unos 500 petardos, con sus luces brillantes en el cielo, sin faltar las oleadas de curiosos y los helicópteros surcando el cielo.
En los últimos días, particularmente la última semana, el centro de la ciudad está sitiado. No hay vehículo que se atreva a recorrer las calles porque podría quedar atrapado indefinidamente entre los ríos de personas. Y se van a sorprender aún más cuando les diga que hoy día, al menos unas 450 fallas se colocan en plazuelas, esquinas, callejones y como se puede ver en multitud de imágenes que abundan en las redes sociales, se coloca iluminación multicolor que pende de los edificios. El ayuntamiento coloca luces impresionantes para que la gente pueda verlas durante toda la noche. Sí, así es, Valencia no duerme en esos días.
Al ser Valencia la tercera ciudad que más turistas recibe en el país, seguramente sus Fallas producen una muy buena parte de esa cantidad (9 millones al año), la ciudad está preparada para toda esta faramalla. Las autoridades cierran varias rutas del transporte público porque es imposible manejar las rutas. Se conceden permisos especiales por varias semanas a infinidad de comercios callejeros, especialmente de los churros que encantan a los ciudadanos con su tradicional chocolate espeso español.
Para no quedarse cortos, también hay discotecas en las calles, algunas techadas que cierran toda la calle. Otras al aire libre, con DJ que son contratados por los grupos falleros que se apostan en torno a la Falla que pagaron ellos mismos y beben, comen, bailan y queman petardos sin cesar. Otros contratan grupos o tienen su propia orquesta callejera para hacer ruido y poner ambiente. La ciudad entera se convierte en una romería.
Lo que va a sorprender aún más es el destino final de las Fallas: ¡las queman! Sí, salvo la ganadora que elige un jurado, las demás se queman en la calle con la protección de los bomberos, una a una, por toda la ciudad.
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