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Es mi cumpleaños y no puedo menospreciar las felicitaciones que ahora llueven cuando antes, sin el dichoso Facebook, ni quién se acordara. En otros tiempos, hace unas dos décadas, yo tenía presentes en la memoria los onomásticos de muchísimos amigos, parientes y hasta de la tendera. Por esos asuntos que suceden sobre los cumpleaños, no quisiera dejar pasar la oportunidad de reflexionar al respecto. ¿Me perdonan si no concordamos? Recuerden que es mi cumpleaños.

Ante los cientos de miles de años, digamos millones que son más acertados, ¿qué es un día? mi cumpleañosRevela, antes que otro asunto, el hecho de que la Tierra dé una vuelta sobre su propio eje. Suceso que ante la abrumadora cotidianidad de ese giro, no tendría mayor repercusión en el trayecto casi infinito de días sobre los que se ha podido pisar la tierra de la Tierra. No es más que un día cualquiera.

Esa vastedad del universo lo vuelve aún más insignificante. Ahora que mi hermano publicó su nuevo vídeo blog (canal de Youtube Sapiensalada) y explica el big bang, no me queda más que sentirme cucaracha, y se lo comenté en una de sus tres excelentes aportaciones científicas; eso somos en el infinito desierto del universo. Casualidades de una evolución caprichosa, fruto de los experimentos de los elementos siderales, polvo de estrellas. Ante eso, si no somos humildes, seremos Trump, es decir, unos imbéciles.

El día de mi cumpleaños

Elegir el día de nacimiento como conmemoración suena interesante, sin más; porque bien podríamos elegir otro calendario de 8 meses o de 20 como los mayas, cuando serían más o menos iguales dichas celebraciones, sería una vuelta al sol; si viviéramos en Marte, nuestro cumpleaños sería cada 687 días y en Plutón cada 247 años terrestres. El hecho es que celebramos la vida. Y ante la reflexión anterior del espacio y el universo, sí que debemos celebrarla. Pues el fenómeno natural de la misma es, por decir lo menos, un milagro; siendo que soy un perfecto escéptico.

555542_10151369264281139_85748112_nYo celebro la vida. No un día. Todos. Notarás que soy duro con ella, hay que vivirla al máximo y exigir que sea digna de ser vivida, no sólo para mí, que tuve el privilegio de una gran familia, una feliz infancia y un desarrollo moral, social, cultural que ya quisieran muchos. Tuve escuela, nunca tuve que trabajar para estudiar. Recibí becas. Tengo amigos a pasto. De forma que muchos llamarían ingrata, no me procuro la felicidad, ni el bienestar. Creo tener lo suficiente para vivir. Me enoja que los demás no lo tengan. Me enerva ver a cercanos y extraños sufrir la esclavitud moderna. Por eso verás mis gritos en cada palabra que emito.

Veo cómo se felicitan unos a otros en los cumpleaños y no me meto para no estorbar. Tengo mis pensamientos, ya lo ven, distintos a otros. Hay quienes se molestan porque centro mis diálogos en la exigencia de justicia y libertad de mi pueblo y de la humanidad en estos aciagos tiempos de tormenta, hambre y desigualdad. Así que evito con ciertos parientes y amigos compartir lo que sé, les molesta. Soy la oveja negra. El que piensa distinto. No por ello, dejo de apreciarles. En realidad, dejé como testimonio en un vídeo, “me les debo y me sostienen” (auto cita). Sufro de cierto bullying por ello. Pero vienen a felicitarme en mi cumpleaños y no dejo de pensar si tienen memoria o su optimismo es tal que no ven de forma realista el dolor que causan cuando nos discriminan por no ver florecitas al caminar por este mundo.

906928_10151369218126139_2097617840_oNo puedo creer en las fantasías, Santa Claus se fue hace mucho de aquí (cabeza). Detesto el autoengaño; deseo un mejor futuro, claro está, como todos; de eso a construir castillos en el aire, me lleva a deprimirme, porque no alcanzo lo que sueño. ¡Es que siempre fui un soñador! Sufrí por cada uno de los sueños que no podía completar; eran demasiados. Dejé de soñar. Me conformo con lo real. Esos sueños alcanzables. Les constará a quienes me conocen, que suelo compartir mi alegría cuando logro una meta, porque casi siempre es un trabajo conjunto. No es propio solamente.

Un cumpleaños es, para muchos, un tiempo vital. Como un juego de TV en el que se alcanza el peldaño siguiente de los millones de pesos. Yo no. Lo siento. No me interesa cumplir o des cumplir. Por añadidura, me pasa lo mismo con los aniversarios ajenos ahora. Son importantes siempre. No sólo un día. Toda la vida y los fallecidos. Por mi vida han pasado muchos amigos a quienes ya no veo. Mi familia puede testificar que siempre hablo de ellos, les extraño y nunca los olvidaré, por más ingratos o lejanos.

Cada día tengo más amigos. Si puedo, voy a verlos. ¿Soy mal amigo? No lo sé. Hago mi mejor esfuerzo. Por su bien, he llegado a alejarme de ellos, porque no quieren escuchar lo que deseo decirles, están enfrascados en ideas absurdas o sin sentido, como defender a un político priísta corrupto. Ante eso no puedo hacer nada. Lamento que sea yo quien intente abrirle los ojos. Preferiría su amistad que su cordura; por la mía es que me alejo.

Si hablamos del día de un santo, pues que feliciten al santo que es quien celebra en realidad. Aunque ya muerto o fallecida, no creo que le importe más.

557869_10151369225376139_55785640_nOtros aniversarios me resultan igualmente intrascendentes. Este fin de semana se cumplió el primer año del fallecimiento de la bisabuela de mis niñas. Una mujer a quien recordaré siempre: sencilla, trabajadora, alegre, servicial. A cada rato la recuerdo. No necesito mariachis ni ver su lápida. Sus parientes cercanos insistían que debía hacerse una ceremonia en la fecha exacta, si no, no valía. Entenderán que para mí, eso no tiene sentido y creo haberlo dejado claro antes: un día no es más que la relatividad del tiempo marcado en un calendario que nos regimos a él por capricho, viene a ser como una cadena más de esta esclavitud a la que no deseo someterme. Si te place, piensa que yo llevo otro calendario, sin más. Sin preocupaciones. Sin dolor. Sin desengaños.

Por último, en relación al título de este artículo: borrachos, parranderos y jugadores son perdonados en su cumpleaños por ese motivo. ¿Podrás perdonarme a mi por lo mismo?

6 de septiembre de 2016. A mis 49 años, justo antes de dejar la niñez y entrando a la plenitud de mi juventud. El próximo año, entonces, celebremos los 50 años de Cien años de soledad. Me parece que desde que lo leí por primera vez, nunca lo he olvidado. Mis cincuenta años, como ven, no han sido de soledad. Tengan bonito día.

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Por Joe Barcala

José Luis García Barcala, Joe Barcala, es Maestro en Literatura y Licenciado en Comunicación. Nace el 6 de septiembre de 1967 en el Puerto de Veracruz. Tiene 8 obras publicadas y publica en distintos espacios.

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