(Nota: no sabía si llamarla copla, verso, prosa, poema, seguidilla porque lo había olvidado, sólo deseaba crear unas estrofas de evocación literaria, en cierta forma líricas, con algún contraste y francamente no pude encasillarlo en ninguna).
Ella me sedujo desde la primera vela, entre flores de amapola y sedas sempiternas; en sus alas me atrapó condenándome a su amor perenne, magnificente tanto como delicado, donde ahogué a quien antes como joven fui, revelando los misterios del camino que seguí para hallarle a ella, inevitablemente, cual extraña predestinación hacia el cielo glorioso de su cariño.
Mi pasado se borró o quedó convertido en un tenebroso bosque obscuro, lúgubre y cruel. Si lo pienso se me erizan los vellos de mis poros, reposando en negras cuevas asfixiantes, malditas, de mortajas y cueros gangrenados; sólo sé palidecer ante esas heladas catacumbas donde el viento no ceja su ulular.
Éxodo liberador al encuentro de sus labios, paz, fuerza y regocijo al contemplar su rostro angelical, los ojos penetrantes que conquistan mis sentidos, más aún, secuestran mi razón. Los paisajes del entorno se estremecen al besarla, al llevarle de la mano por jardines de ensueño, entre árboles, rosas coloridas, siempre abiertas, siempre vivas.
Sugerido: Cuento emotivo sin personajes
Pensamientos evocando pausas relajantes, vinos espumosos, embriagándome al oler sus suaves perfumes, no por tóxicos, sino espirituales. Cierto es que aún dentro de celdas o sótanos húmedos, si con ella paso por terribles sendas, no hago más que mirar capullos, estrellas o diamantes. El efecto es alucinante y el temor, ninguno.
Cual semilla de grandiosa estirpe, caigo en tierra para erguirme en árbol, a sus pies descanso; en sus brazos, se me acaba el llanto. Dulce vida si la tengo cerca, triste espasmo al alejarme un paso. Viajo libre por el mundo entero, vuelo alto al ritmo del viento, llego fuerte a las cimas montañosas y si alguna lágrima brota por mis ojos, ella calma el aciago tiempo con dadivosos versos de romance eterno.
Vida o muerte (poema)
¿Cuánto hace que te estoy queriendo? ¿Dónde estabas en aquellos, mis viejos infiernos? ¿Cuál la fórmula de tus ungüentos? Paradigma de mis pensamientos, esperada desde el parto que me vio nacer, chica hermosa de este tonto efebo que se enreda a diario con un mismo almendro.
Me he jurado desde que te tengo que no hay más personas en el mundo entero que tu ser inquieto. Son mis pasos el reflejo cierto de tenerte cerca en cada momento. Hago siempre un pacto sincero, que al morirme quiero, llevarte conmigo por el universo, leyendo tus coplas, llorando tus penas, respirar tu aliento y comenzar de nuevo.