Poema
No entiendo porqué a mis años
después de una vida amable y quieta,
termino tumbada en este viejo sillón
abatida y en terrible lontananza.
Cuando joven quise a un hombre
y con él yo me casé,
y pudimos tener hijos
a quienes toda mi vida dediqué.
Él murió y me quedé sola,
y un altar le fui llenando,
de flores velas y retratos
que hoy ocupan media sala.
Zumba un mosco por mi oreja
me duele el único riñón,
tengo azúcar hasta el límite
y es corta ya mi visión.
Cincuenta años de casada
era una gran ilusión,
pero él se fue temprano,
meses antes se murió.
Y yo vivo de milagro,
¿viuda para qué quedé?
Veinte años llevo sola
mis hijos lejos viven ya.
En largas noches en vela
con dolores y amarguras,
una vieja amiga mía
suele hacerme compañía.
Tengo una pequeña tortillería
de donde saco pa mis cuentas,
veces pasan que no abro
pues no hallo quien me ayude.
Cuando hay tiempo voy al templo
si me puedo levantar,
cada día es más pesado
trasladarme hasta allá.
Viene la fiesta del pueblo
no lo puedo evitar,
no estoy ya para esos trotes
ya me canso de verdad.
Más me vale morir pronto
este cuerpo se ha podrido,
pocos son los que a mis años
puedo conservar cercanos.
Sólo pido a quien me entierre
que encienda las cuatro velas,
y que ponga en esa caja
de mi esposo una imagen.
Que tristeza que los hombres
no me sepan valorar,
cuento historias y consejos
y hablo siempre con verdad.
La última etapa de la vida es el último de los misterios. Me entusiasma que existe gente, como tú, que se siente a hablar con Doña Marga, antes de su salida. Me parece un bello gesto de amor, maravillosamente escrito. Vic.