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Leo y escucho para unirme a todo mi amado México todas las versiones posibles, sus encantos y desencuentros, esa tierra mágica y la verdaderamente trágica. Es un mundo amplio, robusto, encantador y humillado, desgarrador, un cenicero.

El que ayer te pintaban los televisos, en progreso, creciendo a tasas de desarrollo, el del NAIM, el de las grandes reformas, unido a la modernidad del mundo pero nada parecido a un México a pie de tierra, lleno de callos, de insultante pobreza, de muertos como en Siria sin tener guerra.

Hoy que México ha hecho historia, cambiando a los partidos corruptos por uno que promete honestidad, la prensa fifí cree que caemos en picada, que se pierde la inversión y fue estúpido cancelar el aeropuerto, que el tren maya es un berrinche del Presidente.

La gente y el cambio

Pero la gente sigue feliz. El cambio, como quitar pensiones a expresidentes, como duplicar la pensión a los adultos mayores, dar becas a los estudiantes, pagar por la experiencia de los que tienen su primer empleo, el combate al huachicol y el rescate de PEMEX, el ver al presidente trabajando incansable, ese no lo ve la prensa fifí, nunca lo vio. Sus ojos siempre estuvieron donde está la gente con dinero. Sus intereses ahí siguen.

En México hace falta un noticiero para pobres, uno que recoja el sentir de la gente, que muestre sus sueños y dolores, cómo se ve el México de los de abajo: su forma de ahorrar, de sobreponerse a la falta de agua, de convivir en familia los domingos, de los problemas que tienen por los bajos salarios, el transporte o la salud y localizar dónde está el rezago educativo.

¿Cuál es más pobre?

¿Esa prensa fifí que sólo tiene una meta de enriquecimiento o esos que buscan lidiar contra el hambre, la desigualdad? ¿Esos que critican la ayuda a la ciudadanía más necesitada o aquellos que enfocan la desgracia de millones? ¿Esos que prefieren un aeropuerto a una consulta con la gente a la que nunca se le escuchó antes?

De las dos, prefiero la segunda opción, la de aquellos que no han sido tomados en cuenta, de esos que siempre enfrentan la desigualdad insultante, los de abajo, los ignorados, sometidos a educación precaria, a dolorosos caminos de tierra sin calzado y sin cansancio.

Los otros, los fifís, no se dan cuenta que su comodidad y lujos provienen del sudor de millones arrastrados como animales, sometidos a esclavitud. Es cierto que también merecen respeto a sus derechos, pero primero hay que darle derechos a todos, no sólo a ellos. Siempre han comprado la justicia, las leyes a su beneficio y ya era justo y necesario dar un golpe de timón.

Por Joe Barcala

José Luis García Barcala, Joe Barcala, es Maestro en Literatura y Licenciado en Comunicación. Nace el 6 de septiembre de 1967 en el Puerto de Veracruz. Tiene 8 obras publicadas y publica en distintos espacios.

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