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8 de diciembre de 2016

En esta época consumista vemos a las personas obsesionadas por gastar el aguinaldo, en sustitución del amor que no saben ofrecer a los demás, los llenan de regalos, es declarada época del ateísmo navideño. Como sucede en muchas otras esferas humanas, como la educación o el amor a la madre, la pareja, el padre o a la patria misma, todo se volvió un intercambio comercial consumista.

Es cierto que el bienestar social o económico de un país depende de los canjes comerciales, de la productividad y del llamado capitalismo: se invierte y de esa manera obtenemos ganancias, generamos empleos, logramos avances y construcción de infraestructura como puentes, carreteras, etc. Esa parte del asunto no es la queja en este momento.

Consumismo a grado extremo

Se trata del mercantilismo inmiscuido en asuntos que debieran ser meramente religiosos. Hablo desde una postura escéptica, es decir, atea. No me cuadra, empero, la alegoría entre ambos temas. Como si navidad tuviera una raíz económica, más que moral. Conmemorar el nacimiento de un niño de hace 20 siglos es poco menos que absurdo, pero entiendo sus creencias, pues yo fui católico comprometido por 25 años.

ateísmo navideñoSi van a creer en esos asuntos, es decir, si creen que hay un Dios Omnipresente que envió a su hijo a nacer entre los humanos, veo incongruente que lo conmemoren con fiestas despilfarradoras frente a la miseria y dolor de millones de humanos que padecen hambre, se están muriendo de deshidratación y sufren incontables enfermedades.

Uno pensaría que bastaría con una “oración” o “padrenuestro” para que su Dios resuelva la problemática, pero evidentemente eso no sucede. Su Dios no escucha las oraciones o no le interesa resolver esos severos problemas. Tampoco pasa que la gente se instruya adecuadamente para darse cuenta que sus despilfarros son los que ocasionan el hambre de otros pueblos humanos.

Limpiar su conciencia

Para colmo de estos males, sienten que donar al teletón o llevar una despensa a una casa hogar va a subsanar la problemática, lo único que se arregla es la lucha interior con la conciencia, que deja de recriminar la actitud de olvido por los más miserables del planeta, que ocasionalmente viven al otro lado de nuestras casas.

En sus fiestas se emborrachan (salud) en un claro ateísmo navideño, y sus figuritas divinas en los nacimientos sirven sólo de adornos. Mientras se muestran envidiosos y críticos de los demás a niveles inauditos. Están más metidos en la vida de otros, que en la propia. Critican a los homosexuales, a los abortistas, a los ilegales, a los divorciados, a los adúlteros. Una paja en el ojo ajeno.

Que se los diga un ateo obligaría a pensar. En sus navidades debería haber amor antes que regalos. Charlas antes que juegos de mesa. Orejas antes que bocas. Peor aún, estarían obligados a celebrar el amor de su Dios por todo el año, si fuera necesario hasta el sacrificio propio por las obras de beneficencia, el cambio de actitudes propias, no de los otros; serían verdaderos Budas o al menos Gandhis y no ateos con sotanas vacuas de valores.

Sepulcros blanqueados, el ateísmo navideño

Ese es el fenómeno del ateísmo navideño que llegan a la fiesta de “bautizo” de un niño, con regalos que se destinan para ellos mismos y no para el pequeño conmemorado. Preocupados más por la elegancia de la mesa y las restricciones de un manual de Carreño, colocando los tenedores de un lado y las distintas copas para el brindis, el vino, el agua… Atentos a los sabores y desatentos con la ocasión.

Van a la iglesia y se ocupan de los peinados, las prisas, la familia; dejando el sermón en segundo plano. La palabra de su Dios no tiene eco en sus vidas. ¡Oh! Sí, escuchan sólo lo que les conviene: Dios aborrece a unos y a otros: divorciados, adúlteros… Se olvidan que esa misma palabra dice amor como a uno mismo. Y se aborrecen a ellos mismos, porque consideran al egoísmo como un pecado. Es contradictorio, pero en fin.

Sólo invitaría a todos los que soportaron mi “regaño” (que intenta ser reflexión), a que no se olviden de los más necesitados, de las víctimas de este sistema consumista, de quienes padecen una dictadura y saquean la riqueza de su país, aquellos que perdieron su trabajo por la ambición de las trasnacionales… Del amor al ser humano, antes que a su Dios.

Publicado originalmente en Saber Sin Fin

Por Joe Barcala

José Luis García Barcala, Joe Barcala, es Maestro en Literatura y Licenciado en Comunicación. Nace el 6 de septiembre de 1967 en el Puerto de Veracruz. Tiene 8 obras publicadas y publica en distintos espacios.

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