Desde 1968, debido a la matanza de estudiantes en la plaza de las tres culturas, en México se vive el efecto Tlatelolco. El estado reprimió a los ciudadanos que se manifestaban para causar miedo. Y lo logró. En la cultura de los mexicanos queda siempre el terror a alzar la voz, a decir lo que se piensa, porque es posible que el estado te mande a matar. Es tal el miedo, que un porcentaje alto de la población adquirió la actitud de apatía, es decir, piensan que no es asunto suyo.
Tlatelolco queda en la memoria
Los medios masivos de comunicación a los que el mismo gobierno les impuso leyes de cumplimiento estricto de oficialidad, difícilmente se atreven a contravenir directamente a las instituciones del gobierno por la misma desconfianza de la represión a la libre expresión de las ideas.
Así que, tanto la población se auto-reprime para alzar la voz, por miedo, como los medios masivos son víctimas mudas de la misma imposición y simultáneamente, promotores de la continuidad de ese efecto Tlatelolco.
El retorno del PRI
Peor aún, en este desastroso retorno del PRI a la Presidencia de la República, ha puesto de manifiesto que las políticas serán las mismas, imponer miedo por las desapariciones forzadas que se repitieron tristemente, teniendo como caso emblemático los estudiantes de Ayotzinapa, pero que son miles más, así como el silenciamiento y represión a la libertad de expresión, cuyos casos emblemáticos son el rompimiento del contrato de MVS con el equipo de Carmen Aristeguí, hoy premio Gabriel García Márquez de Periodismo por su investigación sobre la casa blanca de Grupo Higa y el asesinato del fotoperiodista veracruzano Rubén Espinosa.
Finalmente, este efecto Tlatelolco trajo consecuencias adicionales: el gobierno se ha sentido propietario único de la verdad que nadie se atreve a contradecir, las leyes se han creado sin oposición, la injusticia se instituyó como parte de la vida nacional, y los políticos ni pueden ser destituidos; por su parte, grandes grupos en el nivel social como los bancos, las grandes empresas y los industriales, han copiado el modelo de imposición y represión tanto para sus empleados como, de forma inverosímil, contra sus propios clientes.
El efecto Tlatelolco
Tlatelolco, sin duda, no se olvida, por el dolor impresionante que dejó a las familias de cientos de estudiantes, como por la huella profunda que dejó en la vida nacional.