Versión nueva de Caperucita
Asustada estaba al ver las orejas tan grandes de la abuela, todo porque ella las tenía tan chicas que no pudo escuchar unas horas antes la recomendación de su madre que le decía: “Ten cuidado con el lobo”. Y lo tuvo. En el camino supo evadirle. No en casa de la abuela. ¿Es que los caminos cortos son mejores? ¿Cómo es posible que los leñadores no lo sepan? La abuela está en el armario, atada de pies y manos y amordazada. Quizá deberíamos empezar de nuevo la historia e instar a la madre a hornear pastelillos más temprano para que pudiera acompañar a su hija.
Allá en la cueva del lobo hay hambre y no se puede resistir la carne de una niña que orea el bosque con pasteles recién horneados. ¿Bastaría con quitarle los pasteles y dejar que ella corra para salvar su vida? ¿Qué hay de la vida del lobo?
Mejor se hubiera quedado en su casa
¿Y por qué tienes esa boca tan grande? ¡Para qué le preguntó! Ahora podrá responder su aguerrida frase que es digna del final y no de un momento simplemente emocionante: ¡Para comerte mejor! Y a correr. Mejor se hubiera quedado en casa. Se habría apurado con la tarea. ¿Qué tal llevar unos pollos para entretener las fauces feroces del lobo? ¿Y si mejor se quita la capa roja para no llamar la atención? Qué bueno que el padre es leñador y es capaz de escuchar los gritos en la casa de su suegra. ¡Suegra! ¡Hay! Qué final. Dejemos que el lobo se coma a la suegra. Ese sí habría sido un final ¿feliz?
¿Qué madre sabiendo los riesgos que corre su hija la manda por el bosque, dominio del lobo feroz, a correr un riesgo innecesario? Mejor le damos un curso de padres, que no de madres, porque debemos englobar en masculino según lo marcan los cánones. ¿A quién le importa el canon cuando la abuela está viviendo sola en medio del bosque? ¿A quién se le ocurre semejante locura? Que se la lleven a vivir con ellos y asunto arreglado. Pobre niña. En manos de quién ha ido a dar. Crecerá, si no se la come antes el lobo. ¿Le dieron mate en la historia? ¿O solo corrió despavorido por el bosque?
Por eso insisto que hagamos panecillos y la invitemos a cenar a la casa. Nada de llevarlos en una canasta. Tampoco tomar el camino largo para evitar al lobo. Nada de atar a la abuela en el armario y nada de ponerse un gorro ridículo en la cama. Como si los lobos se metieran a las casas y pudieran amordazar. ¿Por qué no se comió a la abuela, si tanta hambre tenía?
¿Por qué?
Rayuela es una novela que se sugiere leer en orden distinto al que está impresa (en Caperucita “de arriba” no se sigue un orden cronológico “típico” de esta historia). El propio autor sugiere un orden al inicio. Propone, precisamente, una liberación de los cánones de la novela; no por fuerza debe seguirse una línea, en este caso, cronológica o de orden (Arriba la historia de Caperucita empieza al final, cuando ya está en casa de la abuela).
Es el lector quien, a partir de la propuesta del escritor, completa la tarea de imaginar los pormenores de la historia (el lector debe agregar imaginariamente los sucesos que no plantea el escritor como llevar pollos para distraer al lobo).
La novela Rayuela también tiene algunos capítulos en los que se da una propuesta literaria: ¿cómo debe escribirse una nueva novela contemporánea? (“Quizá debería empezar de nuevo la historia”, “Ese sí habría sido un final feliz”). En voz de un personaje llamado Morelli, el autor reflexiona sobre las dificultades que se tienen al escribirla, esa misma teoría literaria que permite vislumbrar la propuesta de una narrativa distinta.
Al tiempo, Rayuela es una historia muy graciosa (“¡Suegra!”, “¿Le dieron mate en la historia?”) y sensible a la vez (“Pobre niña”), dolorosas separaciones y amores apasionados.
Complemento
Caperucita Roja es un cuento escrito por Charles Perrault, francés, en 1697, recogiendo la historia de una leyenda de su comunidad. Rayuela es una novela escrita en 1962 por Julio Cortázar, nacido en Bruselas, hijo de padres Argentinos.
¿Por qué leer Rayuela? (Vídeo sugerencia y descarga)