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Me sorprendí anoche cuando un cura de nombre José Luis dijo en radio, hablando de los horrendos homicidios en Huejotzingo, que los padres deberían dar un par de nalgadas a sus hijos para que no fueran como esos criminales.

Aún estoy en shock. Este cura fascista cree que la educación entra con sangre o, al menos, con el uso de la fuerza. Nunca he visto a una familia de animales educar con violencia, no entiendo por qué los humanos tendríamos esa facultad exclusiva. De lo que se trata, según entiendo, pues es difícil bajar tan allá, al nivel de esa mente tan obtusa, es de imponer orden, disciplina, e ideologías que, para eso, la Iglesia católica tiene experiencia.

Se sigue pensando (si se le puede llamar pensar a eso) que los padres son algo así como dueños de sus hijos, de su futuro, de su destino, responsables de las decisiones que tomarán cuando sean adultos, de la carrera que deben elegir y eso es aberrante.

Dentro de la iglesia, claro está, eso es lo adecuado, lo que «dios manda», pero fuera de esas cárceles ideológicas nos queda más claro que el aprendizaje se comparte, se contagia el gusto por la ciencia, se ayuda a seguir los caminos descubiertos con el fin de encontrar nuevos caminos, rutas y experiencias. ¿Cómo puede ser eso compatible con la idea de las nalgadas?

Sugerido: Un estudio demuestra que las nalgadas no sirven para educar a los niños

La violencia se contagia, se propaga al marcar diferencias ideológicas, al pretender imponer actitudes o voluntades. La cultura se propaga con el arte, con actividades recreativas, con aventuras, expediciones, experimentos, lecturas y de ahí me pregunto por qué no tenemos oportunidad de expresar estas ideas con el mismo tamaño de micrófono que tienen los mitómanos.

Al expresar esto en redes, alguien comentó: «no están para pensar, es mucho para ellos». Quizá tenga razón, difundir el conocimiento es difícil con esos medios pues no todos están a la altura del razonamiento crítico, lógico, deductivo… y quizá por el mismo motivo nos han llegado a gobernar zánganos y tenemos una nación sumida en la más dura ignorancia.

O quizá, para ahondar más, es que se cree como «conocimiento» aquellas falacias que se impusieron desde hace mucho y que se sembraron en el corazón de la humanidad. Salir de ese círculo vicioso no será fácil, pero apuesto que no es con nalgadas como obtendremos una sociedad mejor.

Por Joe Barcala

José Luis García Barcala, Joe Barcala, es Maestro en Literatura y Licenciado en Comunicación. Nace el 6 de septiembre de 1967 en el Puerto de Veracruz. Tiene 8 obras publicadas y publica en distintos espacios.

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