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Mi nombre es Francisco Moisés Salcido Beltrán, originario del estado de Sonora.

Causé alta en el ejército Mexicano el 16 de febrero de 1968.

Ingresar era fácil : primaria terminada, medir más de 1,64 y tener disposición al trabajo militar.

Ahora ya soy un anciano cansado, enfermo y antes de morir quiero dejar un testimonio sincero y verdadero de lo que vi y sentí ese malogrado día del 2 de octubre de l968 como integrante de un batallón de fusileros que estuvo presente.

Éramos unos 5 mil soldados de infantería, mil del Estado Mayor Presidencial y numerosos agentes vestidos de civil, quienes teníamos rodeada la Plaza de las tres culturas en Tlatelolco, superficie equivalente a cuatro manzanas incluyendo las ruinas prehispánicas, la iglesia y la mencionada plaza.

La multitud asistente al mitin serían unos seis mil, tal vez un 40 por ciento eran mujeres y niños. La tribuna del mitin se encontraba en el 3er piso del edificio Chihuahua que estaba frente a mi batallón a unos doscientos metros.

La misión, según nos explicaron, era contener a un numeroso grupo de revoltosos comunistas que se habían infiltrado en la huelga de los Estudiantes del Poli y la Universidad. Había que estar alertas a los ataques de los rojos vendepatrias de las riquezas Mexicanas al extranjero cubano y soviético.

Los helicópteros militares no cesaban de volar sobre la plaza. Causaban un ruido ensordecedor y contribuían a crear un ambiente tenso y de guerra.

Repentinamente la multitud lanzó un grito de aaahh. Un helicóptero lanzó tres bengalas verdes. Era la señal para avanzar sobre los rojos comunistas.

En esos momentos alguien disparó contra los soldados. Nuestro Comandante gritó «zafarrancho de combate». Orden para contestar los disparos. Se armó el caos. Los civiles hombres, mujeres, niños corrían de un lado hacia otro. Gritaban y gritaban pidiendo auxilio. Los Padres trataban de cubrir a sus hijos con sus cuerpos.

Un compañero soldado disparaba a bocajarro sobre los civiles. Yo le bajé el arma y le dije: «Ellos no son los criminales». demasiado tarde, ya había eliminado a dos o tres. Entonces me di cuenta que todos los soldados disparaban contra los asistentes al mitin creyendo que de allí salieron los primeros disparos.

Poco a poco nos fuimos dando cuenta que el ataque hacia nosotros provenía de las numerosas ventanas del edificio Chihuahua y hacia allí redirigimos el grueso de los disparos.

Años después me enteré que el batallón Olimpia dependiente del Estado Mayor Presidencial era el que había disparado contra nosotros para hacernos creer que los Comunistas nos habían atacado.

Sobre la plaza yacían cientos de cadáveres de hombres, mujeres y niños que murieron en esta perversa acción de los mandos superiores del gobierno y militares. Trama perversa para acabar de una vez por todas con el Movimiento Estudiantil.

Después de dos horas de intenso tiroteo la situación se calmó, sin embargo los francotiradores apostados en las ventanas seguían disparando al menor movimiento de nosotros y de los civiles que habían alcanzado a guarecerse.

Finalmente a las 2:00 de la madrugada cesaron los disparos. Los mandos militares ordenaron arrestar a los cerca de mil quinientos civiles sobrevivientes que aún permanecían en el sitio.

Para asegurarse que no traían armas se dio la orden desnudar totalmente a hombres y mujeres. El intenso frío de la madrugada los hacían temblar como hojas de árbol a punto de caer. La mayoría de los arrestados fueron conducidos al campo militar #Uno.

Mientras los militares del Estado Mayor Presidencial se dedicaban a recoger a los muertos, los arrojaban a unos camiones de redilas como si fueran basura. Otros con mangueras lavaban los pisos ensangrentados. Al salir de la plaza alcancé a contar más de cien ambulancias que esperaban pacientemente el permiso de los militares para atender a los heridos.

Al llegar al cuartel los altos mandos nos felicitaron por esta acción y nos dijeron que habíamos salvado a México de las garras del comunismo internacional . También nos ordenaron guardar absoluto silencio de lo acontecido, so pena de ser acusados de traición a la Patria y fusilados sumariamente.

Este es el testimonio de un viejo cansado y enfermo que desea que las nuevas generaciones conozcan la verdad de lo sucedido hace 50 años y no se repita nunca jamás.

Tomado del muro de Jacoba Rufino en Facebook.

Nota también publicada en: La Jornada.

Al parecer hay un libro publicado por el soldado en Google E-Books.

 

 

Por Joe Barcala

José Luis García Barcala, Joe Barcala, es Maestro en Literatura y Licenciado en Comunicación. Nace el 6 de septiembre de 1967 en el Puerto de Veracruz. Tiene 8 obras publicadas y publica en distintos espacios.

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