VOLVER A LOS CUENTOS PARA NIÑOS DE DIFERENTES EDADES
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La edad recomendada de estos cuentos es de 2 a 5 años.
- Clara y el Ratoncito Pérez
- Un disfraz de lobo feroz
- El ratón Timoteo
- Navidades con Maggie
- Pau, la cama y las arañas
- Dorado espejismo
- El pájaro que no quería volar
- El viejo y la montaña
- Un mundo mágico
- Las 7 mariposas mágicas
Clara y el Ratoncito Pérez
- Rocío de Frutos Herranz
- Ilustraciones: Barbara Granja Cortés
A Clara se le movía un diente. Al principio muy poco, casi no lo notaba. Después empezó a moverse más y más. A veces, lo empujaba con la lengua y parecía que el diente fuera a salir despedido de la boca, pero luego volvía a su sitio. Clara se miró en el espejo de su habitación y trató de imaginarse sin diente. Pensó que iba a estar horrible. A algunos niños de su clase ya se les había caído algún diente y a Clara no le gustaba la cara que se les quedaba, sobre todo cuando se reían. Le daba un poco de miedo ver esos agujeros negros en sus bocas. «Yo estaré igual», pensó la niña inquieta. Y otra cosa que le preocupaba era cuánto tiempo tardaría en salir el nuevo diente. ¿Y si no salía?
—Clara, eso es una tontería —le dijo su madre—. Tus dientes son de leche y tienen que caerse para que salgan otros más fuertes. Siempre es así, es lo natural. No tienes que preocuparte. Además, ¿no te hace ilusión que venga el Ratoncito Pérez?
—Sí, eso si —respondió Clara aunque no muy convencida. A Clara le habían explicado que cuando se le cayese el diente lo debía colocar esa misma noche bajo la almohada. Entonces mientras ella dormía llegaría el Ratoncito Pérez para llevarse su diente y a cambio le dejaría un pequeño regalito. Clara no imaginaba cómo un simple ratoncito podía recoger todos lo dientes que se les caían a los niños y dejarles su regalo en una sola noche. Los ratoncitos no eran muy grandes. Una tarde, el diente de Clara se cayó por fin. Fue mientras merendaba. Notó algo duro en la boca y un poco nerviosa lo sacó con los dedos. Lo miró atentamente. Era muy pequeño. Corrió a enseñárselo a su madre.
—Mami, mami, mira. —¡Qué bien Clara! Esta noche vendrá el Ratoncito Pérez. Clara se miraba en el espejo. Pensó que si no abría mucho la boca no se le vería aquel hueco negro tan feo que había dejado el diente que se había caído. Aquella noche cuando se fue a la cama no tenía ni pizca de sueño. Había colocado su diente bajo la almohada y cada poco tiempo lo tocaba para comprobar que seguía allí. No podía dormir. De pronto oyó un pequeño ruido. Asomó un poco la cabeza entre las sabanas y entonces vio algo moverse muy rápidamente por el suelo y casi sin darse cuenta apareció en su almohada un ratoncito que casi le rozaba la nariz con su larguísimo rabo.
A Clara se le movía un diente. Al principio muy poco, casi no lo notaba. Después empezó a moverse más y más. A veces, lo empujaba con la lengua y parecía que el diente fuera a salir despedido de la boca, pero luego volvía a su sitio. Clara se miró en el espejo de su habitación y trató de imaginarse sin diente. Pensó que iba a estar horrible. A algunos niños de su clase ya se les había caído algún diente y a Clara no le gustaba la cara que se les quedaba, sobre todo cuando se reían. Le daba un poco de miedo ver esos agujeros negros en sus bocas.
«Yo estaré igual», pensó la niña inquieta. Y otra cosa que le preocupaba era cuánto tiempo tardaría en salir el nuevo diente. ¿Y si no salía?
—Clara, eso es una tontería —le dijo su madre—. Tus dientes son de leche y tienen que caerse para que salgan otros más fuertes. Siempre es así, es lo natural. No tienes que preocuparte. Además, ¿no te hace ilusión que venga el Ratoncito Pérez?
—Sí, eso si —respondió Clara aunque no muy convencida.
A Clara le habían explicado que cuando se le cayese el diente lo debía colocar esa misma noche bajo la almohada.
Entonces mientras ella dormía llegaría el Ratoncito Pérez para llevarse
su diente y a cambio le dejaría un pequeño regalito. Clara no imaginaba cómo un simple ratoncito podía recoger todos lo dientes que se les caían a los niños y dejarles su regalo en una sola noche. Los ratoncitos no eran muy grandes.
Una tarde, el diente de Clara se cayó por fin. Fue mientras merendaba. Notó algo duro en la boca y un poco nerviosa lo sacó con los dedos. Lo miró atentamente. Era muy pequeño. Corrió a enseñárselo a su madre.
—Mami, mami, mira.
—¡Qué bien Clara! Esta noche vendrá el Ratoncito Pérez.
Clara se miraba en el espejo. Pensó que si no abría mucho la boca no se le vería aquel hueco negro tan feo que había dejado el diente que se había caído.
Aquella noche cuando se fue a la cama no tenía ni pizca de sueño. Había colocado su diente bajo la almohada y cada poco tiempo lo tocaba para comprobar que seguía allí. No podía dormir. De pronto oyó un pequeño ruido. Asomó un poco la cabeza entre las sabanas y entonces vio algo moverse muy rápidamente por el suelo y casi sin darse cuenta apareció en su almohada un ratoncito que casi le rozaba la nariz con su larguísimo rabo.
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