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¿Qué lucha se puede ganar con poca voluntad? El sentimiento de derrota es tan personal como el triunfo. Un individuo debe tener incentivos para llegar alto, pero el laberinto de la pobreza, la miseria, los salarios insignificantes no motivan a nadie. Si su fe es una forma de inspiración y esa fe se ve cuestionada a diario por tanta crueldad, robos, defunciones, abuso de poderosos, engaños, etc., se acaba la última esperanza.

Un laberinto de la pobreza interminable

Con el paso del tiempo, tras interminables depresiones, se abandona el sueño de prosperidad. Se descuida el aseo personal, se termina en un agujero tan negro como la conciencia de muchos aristócratas. Se vuelven mulas de carga que sólo responden a los estímulos de la fuerza, la agresión de una vara a la que se someten porque no tienen mayor voluntad de lucha.

Nadie les da amor, mucho menos sexo o al menos comprensión; algunas almas buenas sólo les dan migajas, porque las oraciones que elevan para ellos no funcionan. Sus caras terminan siendo repudiadas por demasiadas personas. Las limosnas son raquíticas y el pozo demasiado obscuro, sucio, donde se llenan de lodo, chanclas de hule o llantas, techos de lámina y sudor acumulado. El agua que beben es la conciencia de quienes pretenden cobrarla, sucia, ruin, perversa.

Círculo vicioso de las injusticias

¿Quién en esa situación puede animarse a luchar? Si cuando pudo no logró subir, sino bajar, pese al enorme, titánico esfuerzo… Le robaron y nadie hizo justicia. Insultaron su inteligencia con educación precaria, con telenovelas estúpidas y fútbol amansa-burros. Mucho menos ahora que el baño es semanal y a “jicarazos”, el espíritu resbala la banqueta, los pies arden al quemarse con el piso caliente, se ha curtido el alma, se impuso frente a ellos un muro más alto que el de Trump.

Cuando la sociedad se degrada, pasos gigantes, hacia el precipicio de la dominación, esclavizando con miseria y látigos llenos de mentiras, acarreados por tortas y refrescos, víctimas de ataques de la mercadotecnia y los bancos abusivos, cuando se tiene miedo a soñar para no volver a los engaños, para no llevarse nuevas decepciones, resignándose a ser mantenidos por dádivas infructuosas, es el momento de aceptar que no se es más un humano, sino una bestia, animal de circo apto sólo para las burlas de otros.

Ataque a lo vital

La dignidad ya no existe. Se tiene nula estima, propia y ajena. Ese es el laberinto de la pobreza. Ahí nacen las revoluciones. Algunos más, valiéndose del sufrimiento de los indigentes, les incita a pelear, arriesgando la miserable vida que llevan por un futuro mejor, aunque muera, pero comprando la libertad del resto de la población en tiempos venideros.

Algunos de ellos, jodidos, piensan que no tienen nada más que perder. Ese chisme se riega como pólvora. Es un sueño de esos que vieron perdidos tiempo atrás, pero posible, cercano, real. Quitarle lo que dicen suyo a quienes se lo robaron y con ello se llevaron la dignidad, años de esclavitud, dolor y miseria.

Ser pobre en esta dolida nación mexicana en nuestros días, es ser parte de la mayoría de personas que habitan este territorio. El 60% sufren pobreza, engaño, vejaciones, desapariciones, secuestros, insultos del gobierno llamándoles “prole”, acabando con su amor propio, dividiendo ideologías, pervirtiendo a sus hijos, ahogándoles en alcohol, favoreciendo el comercio informal de substancias dañinas, involucrándoles en los negocios huachicoleros o el narcotráfico como única vía de salvación.

Acciones desesperadas

Algunos terminan muertos, otros en la cárcel y los impunes vuelven a casa con un poco de dinero para comer bien por unos días. El cura en la iglesia ya no les mira con amor, son regañones, imponen grandes penitencias; eso sí, cooperen para la fiesta del pueblo, ¿qué no Dios dio la vida por ti? Aunque te endrogues todavía más y la promesa de una vida mejor, incierta, algunos ya la creen imposible, con tanta desgracia.

Toda una historia de manipulación y engaños. Curas infelices que roban la inocencia de los niños en pedofilia. Gobernantes asesinos de Ayotzinapa. Dirigentes de la nación impunes en su saqueo de las arcas nacionales, groseros impostores, dictadores de reformas que ayudan, como sucede a menudo, no al pueblo, sino a ellos mismos.

Impuestos, además, abusivos. Ya no demos ideas de cuántos robos se han dado en una nación que era rica, próspera y que cayó en manos de ladrones. No somos más dueños de nuestras tierras, ni de la riqueza que emana de ella, si es que queda algo ya.

Diferencias sociales

laberinto de la pobrezaInsultantes diferencias con los ricos, la mayoría de ellos con negros historiales y libres, mientras que un peón fue a la cárcel siete años por robar comida para sus hijos. Presumen autos de lujo, viajes, joyas, yates, aunque de este lado no se tenga algo de comer.

Escuela gratuita impartida por burócratas igualmente jodidos con vaga voluntad, sumidos en la misma dolencia, el mismo castigo, deprimidos, abusados, igualmente incultos, sin derecho a un buen libro para superarse. Los menos, con grandes esfuerzos, suben un poco más y se desgastan terriblemente en una lucha por acabar con la ignorancia que avanza más rápido que las respuestas correctas de un maratón.

El laberinto de la pobreza que carcome el alma de algunos que todavía logramos ver el valor de los seres humanos, porque no hace falta riqueza para tenerlo, sino simplemente ser, nacer basta. El potencial es inmenso, casi del mismo tamaño que el abuso de quienes se han asegurado que el mundo les pertenezca a costa de guerras, hambre, miseria, abuso, esclavitud.

Unidad social

Si en tu mente retumban estas palabras, has de unirte a la lucha, sin divisionismos políticos, por el respeto de nuestra cultura, por amor a nuestra raza, ayuda a difundir cultura, a impulsar un cambio, a detener esta masacre, lucha de activismo, sin fronteras, sin religiones, sin dioses, convencidos de una guerra necesaria por la humanidad, un neo-renacimiento que valora el arte, que admira el color y pinta a los hombres y mujeres dispuestos a retomar el protagonismo social.

Imponer al gobierno nuestra voluntad es el único camino democrático que existe. O salimos juntos a la calle a pelear por los derechos de esa mayoría o moriremos todos en casa, solos, hambrientos, tristes, grises. Un periodo que la historia recordará como el más desconsolado que jamás haya ocurrido.

Por Joe Barcala

José Luis García Barcala, Joe Barcala, es Maestro en Literatura y Licenciado en Comunicación. Nace el 6 de septiembre de 1967 en el Puerto de Veracruz. Tiene 8 obras publicadas y publica en distintos espacios.

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