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Qué triste es atestiguar la catástrofe de la destrucción de un idioma. Pienso que los lenguajes son entes cambiantes, sin embargo, no me gusta presenciar usos tan particulares como empobrecedores que lejos de dignificar a nuestra raza, la van denigrando poco a poco.

Vicios del lenguaje

La frase entrecomillada en el título: Tengo que tener, es una muestra clara de mis adoloridas neuronas, pues cada vez que la escucho termina la comunicación, ya sea que escuche a un locutor en radio o televisión, lea un artículo o platique con una persona, siempre me sucede lo mismo: me distraigo pensando en la dichosa frase y doy por terminada la conversación o la línea de comunicación entre quien la dijo y mi cerebro. El verbo tener tiene dos principales acepciones en nuestro lenguaje: la primera es sobre poseer y la segunda sobre deber. De ahí que hay quienes en realidad quieren decir debo poseer pero como su léxico es reducido terminan diciendo: tengo que tener.

Quienes cuidamos nuestro lenguaje, aunque también cometemos errores y coincidimos en hablar ligeramente en ocasiones, solemos observar el uso que la gente da a las palabras, desde luego, no con el fin de ser críticos o menospreciar a quienes no usan el lenguaje de forma adecuada, sino porque son nuestro objeto de estudio, como un cocinero a los ingredientes o un músico a las notas, tonos y ritmos.

Por eso, cuando hallamos una nota que distorsiona, nos distraemos. Nuestras neuronas procuran encontrar la falla y solemos invalidar las siguientes palabras de la conversación, no porque estén mal dichas, sino porque nos concentramos en los vicios del lenguaje para hallar las posibles explicaciones.

Clases de redacción

vicios del lenguajeCuando tuve la maravillosa experiencia de impartir cursos de redacción universitaria, notaba en los escritos de los alumnos que gozaban repitiendo palabras. La explicación, como dije antes, estaba en el reducido léxico. No tienen más palabras para armar sus oraciones. Suelen escribir como hablan y dejan salir las palabras sin cuestionar su puntualidad.

Al terminar un semestre, experimentaba con orgullo que los alumnos eran más críticos con sus propios trabajos. Eso para mi era suficiente. Corregir su ortografía era el primer paso y bastaba con indicar que no debían NUNCA plasmar en un escrito una palabra si no estaban absolutamente SEGUROS de su correcta expresión, terminarían así con muchos vicios del lenguaje. Les aseguré que en menos de dos meses, estarían escribiendo con una ortografía similar a la de cualquier escritor de renombre.

Yo tuve razón. Se acabaron las faltas de ortografía. Los alumnos se esmeraron en ASEGURARSE por escribir cualquier palabra correctamente. Ahora debíamos pasar a un nuevo progreso: la amplitud de su vocabulario. Como era de esperarse, la lectura no era su fuerte. Pero si usaba una regla tan sencilla de observar como: JAMÁS repitas la misma palabra en un párrafo, sería suficiente. Lo fue.

Luego de algunos debates en clase, los alumnos entendieron que sí es posible (y necesario) repetir algunas palabras dentro de la estructura de un párrafo, pero sirvió para que aprendieran a expresarse sin repeticiones viciosas como el QUEÍSMO, el DEÍSMO, el  DEQUEÍSMO y otros vicios del lenguaje. Les obligó a valerse de los sinónimos para expresar sus ideas y se vieron en la necesidad de reorganizar sus oraciones, de modo que no se vieran orillados a repetir palabras. Ello además, ayudó a la puntualidad y claridad de sus escritos.

Resultados

Al terminar el curso, mis motivados alumnos no eran unos genios, pero se llevaron la lección de vida que con el tiempo perfeccionaría sus trabajos y le darían valor al lenguaje. Pese a las posibles críticas, para mí eso es suficiente en una materia de 48 horas presenciales al semestre. Si no los tengo más tiempo bajo mis revisiones escandalosas (dejando las hojas marcadas con decenas de correcciones en círculos llamativos) ellos continuarán en casa el resto de su tiempo haciendo el trabajo crítico que yo ya no podré revisar.

Otros vicios como ejemplo

Repasemos rápidamente algunos vicios cotidianos que vale la pena subrayar:

Vuelvo a repetir: es un pleonasmo pues repetir significa volver a decir, lo que lleva a la frase marcada en negritas a significar vuelvo a volver a decir. Es lo mismo que expresar frases como: subo para arribaa mi personalmente.

Ostentar el cargo: en realidad, lo correcto no es ostentar, sino ejercer. No se supone que una persona se encuentre presidiendo un comité o un ayuntamiento o cualquier otro sólo para presumir de él; yo no ostento mi título de comunicador, lo poseo, quizá lo enmarco para protegerlo, para dar a conocer (sin presumir) que puedo servir a otros con mis conocimientos sobre la profesión que estudié.

Tan siquiera: es un vocablo inexistente en nuestro idioma. La gente lo ha combinado de otros que existen como tan solo o ni siquiera. Hay múltiples conjunciones en nuestro idioma que pueden usarse (y sin repetir) para unir oraciones y dar al texto coherencia, orden y precisión; por ejemplo; de tal manera, mientras tanto, finalmente, así mismo, de otro modo, etc.

 

Por Joe Barcala

José Luis García Barcala, Joe Barcala, es Maestro en Literatura y Licenciado en Comunicación. Nace el 6 de septiembre de 1967 en el Puerto de Veracruz. Tiene 8 obras publicadas y publica en distintos espacios.

Un comentario en ««Tengo que tener» y otros vicios del lenguaje (principios para evitarlos).»

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