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Busqué siempre una época del año capaz de hacerme sentir bien. Luego de muchas experiencias, año tras año, con decepciones y gloriosos encantos, me decidí por la navidad. Esto no sucedió desde niño o adolescente. Creo que prefería mi cumpleaños o las vacaciones en la playa. Ahora, tiempo después, no veo mejor ocasión para disfrutar que la navidad.

Muchos se preguntarán, como lo han hecho ya en muchas ocasiones, especialmente en la presentación constante de mi novela El sacerdote ateo, si una persona escéptica puede celebrar la navidad. Tienen razón. No hay un motivo religioso que me lleve a sentirme gustoso en estos invernales días.

Lo más curioso del asunto es que en el fondo, son los mismos sucesos que enloquecen a los demás. No son los regalos, ni la decoración excesiva con luces de colores, ni las espectaculares cenas llenas de exquisitas viandas. Apuesto que a muchos les resulta alegre sólo por las ventas que logran en sus negocios y que, desde luego, estando la situación económica en picada, se agradece.

Navidad es símbolo de muchas cosas

Habrá quienes disfruten como locos el clima gélido (en la zona norte del mundo), o sueñen con la magia de seres míticos como Santa Claus o los Reyes Magos. Pero en general, si no es que mayoritariamente, lo que más se disfruta, es la disposición de que tenemos a compartir largas charlas con otros; encuentros efímeros quizá postergados por años o, en los mejores casos, sólo unos meses.

Somos seres humanos y dentro de nuestra naturaleza está la esencia social, el encuentro fraterno y de camaradería con los iguales. Esos otros que guardan mis “yos” con un cariño a veces incomprensible para uno mismo. Quienes sienten afectos especiales por mi persona que rompen los muros que probablemente construí con temor o displicencia.

Es un tiempo único que permite saludar con alegría, usando cualquier pretexto para convivir: posadas, eventos empresariales de fin de año, clausuras, cenas, recalentados, rosca, etc. Es época de planear muchas veces el único viaje del año, con la emoción del reencuentro con familiares y amigos que no hemos visto en 365 días o mucho más.

Navidad es un tiempo único que permite saludar con alegría, usando cualquier pretexto para convivir. Share on X

La parte más fea

A veces llegan los desengaños. Creamos altas expectativas de la gente que por lo general ha cambiado con el paso del tiempo. Esas decepciones también son parte importante de nuestra experiencia humana; de ellas aprendemos a sanar heridas, a valorar a quienes, pese a todo, nos soportan con estoicismo. Crecemos al entender que nuestras estrategias de trato han fallado, que no comprendimos la premisa básica de la humanidad: todos cambian todo el tiempo.

Aprendemos y cambiamos también con ello, pues cada lección de la vida nos revoluciona, produce nuevas concepciones que acumulamos y maduramos junto con las experiencias ya vividas. Y esta navidad no será la excepción. Habrá bellas alegrías, encuentros fraternos, luego de dos años distantes, con escasas charlas intermedias, que prometen ser la mejor navidad, esa que siempre soñé.

A mí no me mueven, en lo absoluto, los seres divinos; esos no son de mi raza, no comprenden mis aflicciones, ni saben ponerse en mi lugar. A veces pienso que los creamos para tapar las heridas que nos dejan los otros humanos con quienes discrepamos a menudo; con gran imaginación depositamos en esos seres mitológicos y mágicos las esperanzas de la comprensión total.

Basar en divinidades el sueño de ese abrazo cálido y alianza cómplice es perder la oportunidad de lograr lo mismo con los seres humanos, con ello perdemos parte de la empatía obligada si dejamos de mirar al cielo. Mi sueño de una navidad hermosa es y siempre será humana.

Más humanos que divinos

Ojalá tuviésemos la misma apertura, el interés constante por encontrar en los otros el reflejo de la capacidad de comprensión y conmiseración, amor y paz que nos debemos a diario. Esa navidad la espero desde niño y no llegó nunca. No vendrá mientras pensemos que más allá de las fronteras del planeta está la solución mágica de nuestras discrepancias.

Llegará, vendrá, la lograremos el día que trabajemos por construir un reino donde todos sean aceptados, en el que aprendamos a escuchar a los demás y dejemos de robar la dignidad a otros para presumir logros absurdos. Donde se siembre la justicia y se reitere que los derechos son iguales para todos.

 

Por Joe Barcala

José Luis García Barcala, Joe Barcala, es Maestro en Literatura y Licenciado en Comunicación. Nace el 6 de septiembre de 1967 en el Puerto de Veracruz. Tiene 8 obras publicadas y publica en distintos espacios.

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