Es tan corto el amor y es tan largo el olvido. –Pablo Neruda (1904-1973) seudónimo de Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, fue un poeta chileno, considerado entre los más destacados e influyentes artistas de su siglo; «el más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma», según Gabriel García Márquez. Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924) y Residencia en la Tierra (1935).
Solo en la agonía de despedirnos somos capaces de comprender la profundidad del amor. –George Eliot (1819-1880) seudónimo de Mary Anne Evans, escritora y poeta británica a quien se le considera pionera de la literatura modernista. Escenas de la vida clerical (1858) y Daniel Deronda (1876 –novela antisemitista-).
Fragmento literario sobre el Adiós y el Duelo
Gustave Flaubert (1821-1880) escritor francés, considerado uno de los mejores novelistas occidentales y es conocido principalmente por su novela Madame Bovary, y por su escrupulosa devoción a su arte y su estilo, cuyo mejor ejemplo fue su interminable búsqueda de le mot juste (la palabra exacta).
Memorias de un loco y otros textos de juventud Gustave Flaubert
Capítulo XIV (Íntegro)
Tuvimos que partir; nos separamos sin poder decirle adiós. Abandonó los baños el mismo día que nosotros. Era un domingo. Ella partió por la mañana, nosotros por la tarde. Partió y no volví a verla. ¡Adiós para siempre!
Partió como la polvareda que se levantó detrás de sus pasos. ¡Cuánto he pensado en ello desde detrás de sus pasos! ¡Cuánto he pensado en ello desde entonces!, ¡cuántas horas confundido ante el recuerdo de su mirada o la entonación de sus palabras!
Hundido en el carruaje, transportaba mi corazón mucho más lejos del camino que habíamos recorrido, volvía a situarme en el pasado que ya no volvería; pensaba en el mar, en sus olas, en su orilla, en todo lo que acababa de ver, todo lo que había sentido; las palabras dichas, los gestos, las acciones, la menor cosa, todo eso palpitaba y vivía. En mi corazón había un caos, un murmullo inmenso, una locura.
Todo había sido como un sueño. ¡Adiós para siempre a estas bellas flores de la juventud tan pronto marchitas y hacia las que más tarde uno se transporta de vez en cuando con amargura y placer a un mismo tiempo! Finalmente vi las casas de mi ciudad, volví a mi hogar, todo me pareció desierto y lúgubre, vacío y hueco; me puse a vivir, a beber, a comer y a dormir.
Llegó el invierno y regresé al colegio.
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