La literatura, un mundo de ficción
Está la llamada novela histórica, cuya definición tampoco obliga a redactar acontecimientos verificados por la ciencia histórica: contar la vida de un personaje cuya vida sucedió antes del nacimiento del autor de la novela, que no siempre es una serie de aspectos documentados y cuya narración se ciñe a la vida del héroe en cuestión.
También está la autobiografía, cuyos estudiosos afirman que es una versión sesgada por la subjetividad del autor que ya para cuando se sienta a escribir su propia historia, ha sido alterado por los mismos acontecimientos que le marcaron.
Las diferentes expresiones de intertextualidad
Así, si la obra describe la misma habitación que usó un personaje de otra historia, narrativa, cuento o novela, incluso el cine o si repite la misma frase, estaremos frente a dicho efecto intertextual. Muchos autores usan este truco.
¿Y la intratextualidad es lo mismo?
Aunque es la misma técnica narrativa, se diferencian en que esta, la “intra”, es la cita de obras propias, del mismo escritor.
El mejor ejemplo es Gabriel García Márquez. Un día dijo: escribí Cien años de soledad para que la gente leyera mi novela El coronel no tiene quién le escriba. Así, un personaje de otra novela, se aparece en la ficción como si le diera vida y lo saltara de una fantasía a otra.
Los escritores, Gabo por ejemplo, recurren mucho a este tipo de estrategia que deleita a los públicos lectores más refinados, porque, como decía el propio García Márquez, la literatura es el mejor juguete que se ha inventado para burlarse de la gente.
La metaficción en la literatura
“El cura leía que los sacerdotes no deben leer literatura que no esté autorizada por la iglesia. Se reía de eso. —¿Cómo no podemos leer? Leer es lo que estoy haciendo”. Este podría ser un ejemplo. Primero que nada, hay un libro dentro de un libro, el cura ya está dentro del libro que yo como lector estoy disfrutando.
A su vez, el personaje “cura” está leyendo un libro que en sus letras habla de él, de los sacerdotes y cómo deben cumplir su ministerio. Ahí, él puede leer que los curas no deben leer literatura apócrifa, material que no autorice su Iglesia e incluso se pregunta: “—¿No podemos leer?” Y se responde: “—Eso hago”.
Este juego intelectual es favorito entre los escritores, críticos y estudiosos de la literatura: es un trabajo pensante que va de la mente del autor a la del escritor. Es un recurso para gente inteligente.
Cómo debemos leer
Si sólo nos emocionamos por la trama, estamos dejando de lado la pulpa, el verdadero trasfondo que justifica la existencia de este antiguo ejercicio humano: la literatura.