Navid-arte, el arte de crear una fiesta de navidad

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Creo que nunca como ahora entendí lo que significaba la importancia de un trabajo dedicado tan especialmente por una madre para lograr una exitosa fiesta de navidad. Miren por qué.

Antecedentes de esta historia

Siempre hubo fiesta familiar en casa: desde niños, mis padres pusieron un toque especial en la mesa, en los detalles, en las tradiciones, especialmente típicas de una familia española que llegó a México por ambos bandos, el paterno y el materno.

En la mesa se acostumbró el pavo relleno, el bacalao a la vizcaína, la ensaladilla rusa, los entremeses, las botanas, las bebidas como la sidra rosada para el brindis y desde luego, habiendo sido una familia católica, no faltaba en la decoración, el árbol repleto de esferas, el nacimiento coronado por un portal grande que desentonaba siempre con la perspectiva y la escala.

Algunos cambios obligados con el tiempo y la distancia

Mi padre falleció hace casi 11 años. Pese a ello, buscamos la forma de coincidir en año nuevo, porque en navidad todos estaban celebrando con sus familias políticas, la mayoría de mis hermanos son hombres también y se le dio esa prioridad a las esposas. Pero el año nuevo también era perfecta ocasión para repetir la misma experiencia.

Algunos volaron más lejos y poco a poco se rompió aquella oportunidad de reuinirnos todos en torno a la mesa. Yo preparaba presentaciones o vídeos con imágenes de quienes ya han partido o de los que no estaban en la mesa. Tratamos de conectarnos por Skype para tenerlos cerca.

La ocasión única de ver «Navid-arte» en acción

Esta navidad del 2017 sucedió lo que nunca había pasado. Mi madre vive desde hace dos años en Mérida, Yucatán. Allá viven también mi hermano el mayor y mi hermano el menor, con sus respectivas esposas e hijos. Viajar hasta allá fue posible el año pasado y estuvimos reunidos con mi hermana que vino de Alemania.

Este año, sin embargo, nosotros no podíamos viajar a Mérida y fue mi madre quien se desprendió desde la «hermana república» para pasar unos días con nosotros, incluida la nochebuena y navidad. Nunca mi casa había sido sede de dicho evento.

En estos días, he sido testigo del empeño y empuje de mi madre quien se esmeró de tal manera que no he podido dejar de notarlo, pese a la carga terrible de trabajo que tuve. Estuvimos mi esposa y mis dos hijas, mi hermano que vive en la CDMX, mi madre y yo.

¿Cómo fue el arte de hacer la navidad?

Ella cocinó un lomo de cerdo, la tradicional sopa de albondiguillas que prepara con bacalao y compró las botanas, laterías como mejillones, ostiones ahumados, etc. Se esmeró en conseguir el bajo mantel para hacer «esponjosa» la mesa y con la ayuda de mi esposa, desempolvaron las copas, los platos y vasos que hacía años no usábamos.

Colgaron una corona de adviento, colocaron unos renos con luces y decoraron igualmente la palmera del jardín. En fin, muchos, pero muchos detalles. Nosotros ya no somos creyentes de los asuntos religiosos, pero pudimos notar cómo ella se esmeró en lograr el ambiente perfecto para recordar aquellas añoradas épocas de convivencia familiar.

Obviamente prohibió el uso de celulares, alteró el orden habitual de la casa, cambió de lugar la mesa, impuso el respeto a las botanas para no adelantarse y muchos otros trucos que siempre usó para controlar ella la situación.

Apuesto que no será igual

Este fin de año ya se habrá regresado a Mérida y puedo apostar que no habrá tantos detalles, no encontraremos esa fórmula para pincelar artísticamente lo que sólo ella puede lograr. Obviamente mi esposa hará su propia tarea, asumirá el papel que le corresponde en la toma de la estafeta, pero me queda claro que yo, habiendo crecido con mi familia, tendré en mente aspectos que sólo puedo guardar en el corazón, con todo y lo orgullosamente ateo que pueda ser.

 

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