Desde la SEP se producen las universidades fraudulentas. Hubo un tiempo que la norma de la SEP era incumplida por las universidades más prestigiadas del país. ¿Qué norma es esa? Un maestro titulado debía impartir clases en licenciatura y un doctor en la maestría. Es decir, para impartir clases en un nivel, el titular debía tener el grado superior. Me consta porque mientras yo no obtenía mi título, otros firmaban mis actas de calificaciones y cuando lo obtuve, la universidad me hacía firmar las actas de otros compañeros profesores (que ni conocía) porque no tenían el título. Me pregunté siempre por qué universidades prestigiadas no podían cumplir con esa norma. Si las universidades de primer nivel no podían cumplirla ¿lo harían las otras? Eso sucedió hasta el último día que di clases hace unos 5 años.
La gota que derrama el vaso
Mi asesor de tesis me recibió en su oficina para revisar los avances de mi trabajo y le conté sobre la felicidad que me embargaba al recibir la contratación en una universidad “prestigiada” de nuestro país. A lo que el buen Pablo, doctor en filología de la Universidad de Barcelona, me dijo: Esas no son universidades. Sabiendo de su alto nivel académico, su reticente exigencia en la calidad de trabajos, preferí indagar más: ¿Por qué no son “universidades”? De eso hace más de una década y un lustro, pero entendí su postura: El término viene de impartir conocimientos universales, es decir, que no sesgan las teorías para acomodarlas a un adoctrinamiento moral; esto debido a que la “empresa” que me contrató, se jactaba de ser “religiosa”. De entrada, tenía razón en una cosa: a mis entrevistadores les importó más mi acta de matrimonio por la iglesia y mi título de evangelizador, mis labores laicas en favor de la misma iglesia que mi título de maestría, el cual, iba adquirir finalmente cuando ya estuve trabajando en dicha “universidad”.
Universidades fraudulentas que sesgan el conocimiento
Si al problema anterior no le ves valor, estoy de acuerdo contigo, no me parece tan grave como otras instituciones educativas que en México llamamos “patito” (universidades fraudulentas) porque su enfoque es más monetario que académico. Pululan. Peor aún, orillan a las demás a bajar su exigencia para no perder estudiantes que optan por la típica comodidad del estudiante de hacer su menor esfuerzo para cumplir el requisito de tener un título; aspirando así a un trabajo que les esclavice de cualquier modo. Así las cosas en nuestro querido México.
Además la evasión de impuestos
Un contador de gran experiencia, a quien he frecuentado al menos dos veces por semana el último año, me ha explicado que las universidades del país son las instituciones que más evaden impuestos. Lo hacen, por un lado, creciendo, lo cual no es tan malo; al contrario, es conveniente. El problema es que meten gastos muy inflados en la construcción de nuevos edificios, laboratorios, oficinas, aulas, etc., y de ahí otros servicios de supuesto “mantenimiento” que nunca se llevan a cabo. No me sorprendió. En cada una de las universidades que trabaje, colegios incluso, siempre estaban en obra. Nunca había dinero para aumento de sueldos pero siempre invertían fuertemente en edificios nuevos. Algunas ya son tres veces más grandes de lo que eran cuando trabajé en ellas. Sólo recuerdo una que no ha cambiado mucho, y resulta ser una de las 7 mejores del país.
Luego del escándalo de Peña Nieto me puse a investigar sobre la frecuencia de estas prácticas, encontrando una verdadera cloaca. Desde luego, y era de imaginar, sucede en las universidades más caras; aquí no importa el prestigio, sino que los alumnos estén dispuestos a erogar a cambio de un trabajo, una tarea, un proyecto o lo más lamentable: una tesis. Hoy día, muchas universidades «presumen» para vender más, que no hace falta una tesis para titularse.
El valor de la investigación
Recuerdo que mis dos tesis procrearon mis primeras canas; no obstante, aprendí más haciéndolas a conciencia que el resto de la carrera o los estudios de maestría. Para mi primer trabajo leí 50 libros en unos tres meses. Para el segundo, revisaba al menos 120 libros por semana, pues el Doctor Pablo era sumamente meticuloso en sus revisiones. Eso por más de tres meses. Leí unas diez veces cada uno de los dos libros que estaba analizando (El general en su laberinto de Gabriel García Márquez y Las lanzas coloradas de Arturo Úslar Pietri, haciendo análisis literario). Tenía que revisar libros de historia de Simón Bolívar, las biografías y bibliografías de ambos autores, e infinidad de obras sobre el análisis literario y de la propia literatura.
Ya he hablado muchas veces sobre la importancia de la lectura (aquí), pero nuestros universitarios, y lo he visto en constantes visitas y conferencias, que no tienen el hábito, siendo que en esa etapa formativa es imprescindible. También he dicho que el modelo educativo elimina el interés por el aprendizaje (aquí), y con ello se demuestra que nuestras universidades (en general) no apuestan por la educación más que por los buenos negocios.
Referencias que apoyan lo dicho
Sé que algunos esperan una lista de las universidades fraudulentas o «patito» de nuestro país, ¿conoces alguna? Denúncia en los comentarios. Así haremos una lista que podamos publicar después.