Traición a la Patria (Poema-denuncia)

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¡Traición a la Patria!

Muere tras larga agonía incestuosa, sobajada y traicionada, la amada Patria mía. Nido donde habitan los hermanos elegidos, los de sangre, los abuelos en larga descendencia cuyas lágrimas no cesan al ahogarse en la sequía de imperdonables vejaciones. Llenó los esteros de lodo con sal, pudriendo las almas con la mezquindad, llagó su piel, de sarna cubrió y en los linderos de valles quebrados, su vida entregó.

Las llamas cubrieron las copas que yacen ahora junto a su raíz. Los niños gritaban sobre la mortaja de un padre entristecido y solo, con puños cerrados en racimos de cien. No fue una muerte que tuviera fin, sino de reiteradas navajas a su porvenir; a golpes deseaba su liberación y de fusiles cubierto quedó. Luego la madre cayó, desde el cielo aventada al cerro de púas, gangrenada por el ácido de la radio maldita, del diario insalubre, como brazos de átomos de la dictadura.

¡Traición a la Patria!

Simiente podrida que engendró a los dioses, apátridas de capas ensordecidas y mentes frugales, abyectos de pies a cabeza y sangre pétrea. Dejaron sin dientes a la Patria mía, cargando en su lomo el costal de sueños, cavaron la tumba, quemaron la aurora, nublaron las viñas.

¿Cuántas horas por morir me quedan? ¿Quién nos libra de tal agonía? ¿Cómo encender al tronco mojado de la antorcha? ¿Hacia dónde está el final del túnel que no hay un paso que tenga sentido? El roce de la omnipresencia maldita ha hecho llaga en cada célula. De sus negros hilos penden nuestras vidas, las de todos, las de cientos, las floridas.

¡Traición a la Patria!

Tiempo aquel de porvenir alegre, de sed saciada y futuro cierto que olvidado pasa bajo infames patrullas de sometimiento, sobre muertos que comieron plomo bajo la avaricia ruin de los iletrados. Llueven lágrimas de madres y padres tristes por la invasión del crimen con la licencia y complicidad legales.

Lloraría a uno, a 43, a miles que se pierden sin saber a dónde porque se les miente a todos, con pelotas juegan el perverso engaño, doblegando a hombres y mujeres sabios, dominados, obligados. Porque no se puede de rodillas el rumbo cambiar, ni videntes quedan para iluminarnos.

¡Traición a la Patria!

Ellos pasan por nuestras cabezas, resquebrajan ánimos, silencian laudes, acribillan paces, mutilan justicia y encarcelan libertades. Pavonean sus bodas de odio, sus casas de sangre con lengua extranjera, arrastrando sílabas, comprando voluntades, apuntando sienes, facturando el suelo, clausurando playas. Timan, fingen, ladran. Prohíben voces, diezman libros, inyectan agua.

Su ponzoña envenenó el corazón del mexicano, corrió por el torrente un veneno fulminante, empeñaron el futuro de los niños por varias generaciones. Se embolsaron todo y nos traen a rastras implorando agua, desangrando el alma.