Como candidatos muchas veces no les vemos las caras de pillos, se les ve tan inocentes, carismáticos, regalando despensas, dando discursos; una vez en el poder todo cambia. Los peores candidatos salen a la luz como verdaderos mafiosos. Hemos visto rateros de marca gobernando estados y en la presidencia, como legisladores o secretarios. Algunos incluso son asesinos, capaces de matar periodistas, ciudadanos o estudiantes.
Formas de selección de candidatos en los partidos
Me recuerda mucho a la mítica historia de Barrabás, un ladrón a quien el pueblo prefirió liberar de la cárcel… Aquí los partidos parecieran elegir a sus candidatos con cualidades más que perversas, como si les interesara tener a Rafles en la silla de gobierno.
Con los Duartes del PRI y toda la larga lista que incluye Moreiras, Yarrington, Borge, entre muchos otros, uno se pregunta ¿por qué eligen a los peores candidatos, a los más mafiosos?
Aquí hay gato encerrado
Sólo que detrás de la selección de los partidos están las negociaciones, quiénes aportarán más beneficios a los caciques de cada partido, quiénes se prestan a guardar secretos tipo mafias, esos que al llegar a gobernar van a pagar el costo, contratarán a los amigos, darán obras a las empresas del sistema porque esas dejan jugosas ganancias, sin factura, a los magnates de la política.
Detrás de la selección de candidatos están las negociaciones, quiénes aportarán más a los caciques del partido. Clic para tuitearLos peores candidatos
El pueblo, además, engañado por los medios de comunicación, termina yendo a votar por las pobres opciones que el sistema político deja para elegir, siempre a los peores candidatos, entre tarados que no leen y corruptos que roban mucho con piel de oveja pero corazón de lobos.
Dime con quién andas y te diré quién eres. Por lo pronto, los partidos que han colaborado con el criminal mayor, el presidente Peña Nieto, esos que aprobaron sus reformas y sucumbieron ante las dádivas para silenciar los crímenes como Ayotzinapa y Tlatlaya (entre muchos otros), deben quedar fuera de la jugada, si no queremos arrepentirnos después.