Preguntas filosóficas de las diferencias entre ricos y pobres

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Es muy complicado adentrarse en estos temas cuando los ricos justifican su riqueza como el fruto de su trabajo, como el hecho fortuito de haber recibido una herencia, como la suerte de haber sido favorecidos con un juicio o como la habilidad o capacidad de saber invertir, después de un largo proceso de capacitación y preparación para hacer que su dinero trabaje por ellos mientras que por otra parte los pobres carecen de una herencia, de un buen trabajo, tienen una instrucción precaria y mala suerte para la lotería. 

La sociedad, por lo general da por hecho que es justo poner a trabajar a los empleados para producir, a cambio de un salario, los productos que enriquecerán tarde o temprano al inversionista o empresario. Sólo que convendría aclarar ciertos términos que con alevosía se mantienen en el limbo de la incomprensión, la indefinición, la imprecisión como es el mismo término de justicia, y muchos otros como el de «sana competencia», «salario», «leyes» y más.

Porque, a decir verdad, asistimos a la escuela para aspirar a formar parte del aparato productivo existente, mismo que tiene un alto porcentaje de «herencia»: bancos, trasnacionales, controladores inmobiliarios y más, que no son producto de acumulación de la riqueza de un día para otro, sino que provienen de décadas o siglos atrás juntando propiedades, dinero, riqueza… nacemos y ya existen. Es una condena de la enorme mayoría de la población el crecer con esos monstruos gigantescos que aterrorizan a cualquiera y que sólo podríamos aspirar a trabajar como empleados en ellos, enriqueciendo aún más a los propietarios o inversionistas.

O tomamos el camino de invertir en un negocio pequeño a la medida de nuestras posibilidades y nos encontramos con que hay un monstruo más grande y abusivo llamado gobierno, con leyes a su favor, que saquea nuestras ganancias sin hacer el menor esfuerzo, y justificando el robo con bienestar nacional que nunca llega, ni a quien lo aporta ni a los más desfavorecidos, sino, precisamente, se vende a las grandes trasnacionales o a los gigantes corporativos a quienes no les cobra impuestos o son éstos muy reducidos en comparación con sus jugosas ganancias.

Porque ese el mecanismo de la injusta repartición de la riqueza que no se pretende quitar a unos y dar a otros, sino que en la administración de los estados quepa la utópica estructura que permita a todos y cada uno de los ciudadanos aspirar a tener una solvencia, una mínima riqueza que les permita dormir tranquilos siquiera. Un marco legal en el que las grandes corporaciones también tengan responsabilidad social correspondiente al porcentaje de sus ganancias ¡y de sus riquezas acumuladas! Sin pretender mermar el patrimonio que tienen, desde luego.

¿Somos un cúmulo de individualidades o una sociedad? ¿Es derecho tener tantas diferencias? ¿Las leyes sirven para defender el status quo de los ricos y limitar los derechos de los pobres? ¿Es justo tener tantas comodidades sobre el esfuerzo de quienes no comen todos los días? ¿Las facilidades de crecer se deben medir en dinero acumulado, en instrucción de calidad o en derecho de antigüedad? ¿Sólo los golpes de suerte combinados con algo de esfuerzo son la vía para salir de la infernal miseria? ¿Es obligado prostituirse o dedicarse a realizar estupideces que llamen la atención para ganar la atención y poder vender más?

Debemos pensar ¿qué estamos haciendo en esta sociedad de la información para trabajar en conjunto en la solución de nuestros problemas sociales? Tenemos a un alto porcentaje de hermanos humanos que sufren las políticas del abuso, del olvido, de la educación precaria, del desempleo; tienen hambre, les roban las tierras, están enfermos, procrean hijos sin mayor conciencia, y nadie les da trabajo, comida, educación, espacio, vivienda, salud; no les ponemos atención. Las desigualdades son evidentes en el mundo entero. Hay islas de riqueza infranqueables, hay mares de tristeza y desesperanza. Y las leyes siguen caminando en beneficio de los ricos y poderosos, pisando los derechos humanos de millones.

No es culpa de ellos estar en el más bajo de los infiernos dantescos, pues se les educa para sostener el sistema que les acarrea hambre, abusos, porque les inculcan el respeto a las autoridades, esas que no velan por ellos, presidentes, jefes o líderes que fueron elegidos para administrar los países y se dedican a asegurar el futuro de sus propias castas familiares por cientos de generaciones. Destinan al exterminio a los demás.

Si eres de los que creen que se debe hacer algo para cambiar esta situación, es imprescindible que les hables, a los pobres, de sus derechos, que les acompañes y nunca les mientas. Ellos merecen respeto por haber soportado con estoicismo el abuso, el engaño, la manipulación… dales guía y organízalos para que se corrija el rumbo. Los ricos tampoco merecen la muerte, pero deben hacer algo, ellos que tienen los medios a su favor y no lo hacen, porque creen que no les conviene; pero también hay que concientizarles de esta situación tan terrible a la que la humanidad cayó y somos todos quienes debemos levantarla. Condenemos enérgicamente a quienes abusan y se valen de mentira, enriquecimiento ilícito, profanación de los derechos y propiedades de otros… a esos sí debemos ponerles un «hasta aquí», entre todos.

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