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Se acabó la fe en los seres omnipotentes y plenipotenciarios que se acomodaron en las casas de justicia para establecer el estado fallido en el que subsistimos como mexicanos. En ese clan radican ahora los peores quistes de nuestra sociedad y entre ellos recae la responsabilidad de los niveles tan altos de impunidad que hay en nuestro país.

Sometidos a su régimen de terror, donde la ley es meramente un instrumento de su majestuosa voluntad, desde asignarse un salario de carácter indignante, en donde el pueblo es pobre y los aristócratas leguleyos no quieren bajar sus ingresos ante la austeridad republicana propuesta desde la presidencia de la república.

Para muestra: un botón

Si se tiene el tiempo y la paciencia para ver la sesión pública del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (vídeo abajo) uno puede ver el trasfondo, las motivaciones de los magistrados que estuvieron a favor y en contra de la resolución para anular la elección de gobernador en Puebla.

Cada magistrado asume la ley como parte de una argumentación retórica que carga, siempre según su perspectiva muy personal (motivados por los que el presidente ha denominado «moches» o por su restrictiva moralidad religiosa o laica, quizá por un genuino interés para hacer justicia y disminuir los lamentables resultados que sus pasadas decisiones han hundido a México en un laberinto de tremenda soledad para quienes no tienen quién defenderles), usan la ley según les place.

De un lado y de otro

No podría menos que ser equilibrado y debo reconocer que tanto un bando como el otro aplican la ley según esa perspectiva personal. Hay, sin embargo, un delito cometido que quedará sin castigo: un fraude electoral, el uso de las instituciones del Estado para beneficiar a la triunfadora de la estafa, la panista Martha Éricka Alonso, esposa del exgobernador -y hoy senador- Rafael Moreno Valle.

A juzgar (como ellos) por los resultados del trabajo de jueces y magistrados en general, de todo el país y de todos los tribunales, son un verdadero fiasco. México no encarcela a los criminales, pero sí a los inocentes. México padece injusticia civil y penal, dejando tremendas desigualdades, favorece a una clase social y desnuda, encuera, a otra.

Eso sí, cobran como reyes

Esa canción de José Alfredo Jiménez, «El rey», que dice: «Hago siempre lo que quiero y mi palabra es la ley» ha tomado vida, pasando de la ficción a la realidad como inspiración para estas majestades que desean seguir haciendo lo que se les pega su regalada gana, cobrando como si tuviéramos grandes riquezas para pagar sus onerosos sueldos y con su palabra, adaptada en sus cochambrosas mentes por una ideología o un moche (corrupción pura y llana), que ellos convierten en ley.

Poner fin

Claro, la argumentación que siempre usan sobre «sus contrarios» es que aceptan la ley cuando les conviene y la rechazan cuando no les favorece. Es precisamente ahí donde radica el problema. Aquí no vivimos en la ficción del rey sabio Salomón, el bíblico e hijo del rey David, que tiene la conciencia suficiente para decidir quién es culpable y quién inocente. Si pretendemos que la ley sea tan perfecta que no se preste a interpretaciones, no necesitaríamos magistrados dedicados para hacer justicia.

Para eso hacía falta la fe en ellos, pero ya la perdieron al no castigar la corrupción de los grandes, al tener plagada de injusticias a la nación. Oh, y ahora ¿quién podrá defendernos? La ley en México se aplica, no de contentillo, sino de billetes, la justicia tiene precio y la alcanzan los mismos corruptos de siempre. Qué pena que ellos, quienes debieran ser paladines de la honorabilidad, el respeto, la transparencia y la verdad, se han vuelto miembros que sostienen el negocio de corrupción que enseñó el PRI por décadas y junto a ellos ahora se refugian.

Moreno Valle, un expriísta y ahora panista, bien que supo a quiénes podía enviar sus cabilderos para convencer (con mucho dinero) a los magistrados. Cierto, hablo sin pruebas, lo reconozco, así como puedo ver, sin necesidad de grandes datos, que hubo un crimen, se robaron las urnas, dispararon dentro de casillas, encubrieron un laboratorio electoral, los votos no coinciden con la presidencial (faltan 500 mil boletas para la votación de gobernador ¿se las llevó la gente?) y quedará impune.

En fin, que, a todas luces, los magistrados se hicieron de la vista gorda por una serie de delitos así como quieren seguir enriqueciéndose a costa de la pobreza de los mexicanos. Son jueces de la realidad anterior, leguleyos neoliberales, en busca del mejor postor. Deben entender que la desgracia en la que estamos sumidos es por su ambición, cuando podríamos tener justicia, por cumplir con su responsabilidad y ser patriotas. Qué pena.

 

 

Por Joe Barcala

José Luis García Barcala, Joe Barcala, es Maestro en Literatura y Licenciado en Comunicación. Nace el 6 de septiembre de 1967 en el Puerto de Veracruz. Tiene 8 obras publicadas y publica en distintos espacios.

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