La Culpa: frases célebres y fragmentos literarios

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Frases célebres sobre la Culpa

John Calvin Maxwell

Un hombre debe ser lo suficientemente grande como para admitir sus errores, lo suficientemente inteligente para sacar provecho de ellos y lo suficientemente fuerte para corregirlos. John Calvin Maxwell (1947) es un escritor, coach y conferencista estadounidense que ha escrito más de 80 libros, que se centran principalmente en el liderazgo. Los títulos incluyen Las 21 leyes irrefutables del liderazgo (1998)  y Las 21 cualidades indispensables de un líder: conviértase en la persona que otros querrán seguir (1999).

Leonardo Da Vinci

Quien poco piensa, mucho yerra. Leonardo Da Vinci (1452-1519) pintor, anatomista, arquitecto, paleontólogo, ​ artista, botánico, científico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, inventor, músico, poeta y urbanista. Autor de cuadernos de notas, que comprenden 13 000 páginas de texto y dibujos, asociando arte y filosofía natural.

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Fragmento literario sobre la Culpa

Joe Barcala

Joe Barcala (1967) escritor veracruzano y poblano, articulista, ensayista y promotor de lectura. Libros Parábolas del Servicio al Cliente (2013) y El sacerdote ateo (2015).

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La Cofradía (2013) Joe Barcala

El señor Erick Cornish tuvo una serie de paros cardiacos y acaba de fallecer. Ese era mi amigo, con su nuevo nombre, y no pude hacer nada por él. ¡Se había ido! Lo mató mi guerra y también mis enemigos. Me sentí desmayar, como si perdiera mucha sangre, como si me bajara la presión. El maldito estómago dio un giro de trescientos sesenta grados y mi nariz moqueó al tiempo que mis ojos se saturaron de agua. El mundo entero desapareció y apenas pude volver a mi silla a llorar, desgarrado del dolor tan impresionante que sentía. ¿Cómo pudo suceder aquello? Si tan sólo se hubiera quedado conmigo en la habitación. Mi vida habría cambiado por la suya sin dudarlo. Me sentí tan solo, como cuando murió mi padre, mi madre y mi hermano, a pesar de estar rodeado de muchos. Me urgía una droga para no sentir ese agobiante sufrimiento, mi mente recorría un campo minado, una ciudad devastada por la guerra; la garganta se me cerró y cualquier paso de saliva era doloroso. Mis piernas temblaban, mis manos pesaban más que nunca. Tuve ganas de golpear, de romper cosas, de patear los muebles, mezclaba la rabia, el coraje con la impotencia, con el infrenable deseo de hacerles pagar por eso. Si me hubieran herido a mí, aunque saliera librado, no me habría molestado. Me merecía un duro golpe, pero matar a mi amigo, llevarse a mi compañero, a mi hermano, a mi asesor, eso no se los iba a perdonar jamás. Acabaría a cada uno, lo torturaría, lo quemaría vivo. Mi padre, definitivamente, sería el primero en sufrir mi venganza. Ahora sí, lo iba a entregar a los cofradianos; pero sería para entrar hasta su cocina y meterme al fondo de sus cabezas, de sus familias, y me adueñaría de todo, de sus múltiples propiedades. Todo lo suyo sería mío y sería mi mejor ofrenda a Mario, su muerte no iba a ser en vano. Nadie valoraba más su amistad que yo.

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