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Hay en el argot político un término que se utiliza para definir la tarea de convencer a los diputados y senadores de votar a favor o en contra de una ley, se llama cabildeo.

Sr. Diputado, ¡cambie de opinión!

Es un oficio que requiere muchas horas de negociación para platicar con los legisladores y hacerles ver las bondades que puede traer la aprobación o en su caso el bloqueo de una iniciativa de ley.

Los cabildeadores reciben una paga de importantes empresarios o de fuerzas políticas para hacer su trabajo y cuentan con un presupuesto específico para sobornar en caso de ser necesario que se le proporcionará en efectivo y libre de impuestos si vota según lo convenido en el cabildeo.

Medios masivos cabildean

También los hay aquellos negociadores que representan los intereses de medios de comunicación masiva, ellos no ofrecen presupuesto, sino imagen de los políticos ante las cámaras para que puedan escalar la jerarquía política, su impacto social que les permita más votos en las siguientes elecciones.

Si logran que el diputado venda su honorabilidad al favorecer con una ley a un medio de comunicación, obtienen privilegios en la exención de impuestos, más concesiones de radio o prensa, más pagos por inserciones de notas, entrevistas, reportajes y otros productos propagandísticos.

También hay cabildeo en las legislaturas locales de cada estado e incluso a nivel de los regidores en los municipios para favorecer intereses de los inversionistas, de cámaras gremiales, de sindicatos.

La negociación por más poder, mejora de imagen y jugosas ganancias es el común denominador en toda la política, no sólo en México, sino a nivel mundial. Muy pocos legisladores se atreven a denunciar las amañadas maneras de vender sus votos a los poderes fácticos o económicos. Así como la educación, la ley está hecha no para mejorar las condiciones de la población, sino para favorecer a los magnates, consorcios, sindicatos, gremios o partidos políticos.

Moneda de cambio

Si en la teoría pudiéramos pensar que las leyes son en beneficio de todos, en bien de la justicia social y de la paz nacional, en la práctica, los reglamentos no son más que una moneda de cambio al mejor postor.

Detener estas prácticas no es un asunto fácil. Implica hacer cambios sustanciales en la forma de gobierno que tenemos, especialmente en el asunto de la democracia. Hoy día, cuando votamos por un legislador, le concedemos el poder total de las decisiones. Pero como la honorabilidad está en venta, es necesario que se cambie y no van a hacerlo ellos.

Es un deber ciudadano

Debemos cambiarlo nosotros, los ciudadanos, involucrándonos para abrir las cloacas de corrupción que existen, castigar a los culpables y determinar que se requiere una democracia participativa, en la que existan foros de expresión ciudadana que puedan influir en la votación de las nuevas leyes que deberán imperar.

Por ello, aunque el Paro Nacional es un ejercicio que muestra la fuerza de los ciudadanos, pretende formar células ciudadanas que continúen el proceso de cambio nacional que necesitamos. Habrá miles de líderes sociales que convocarán el apoyo de la gente para incidir en el nuevo derrotero que todos deseamos; no se debe dejar la tarea a otros, no se debe confiar las acciones importantes a unos cuantos, es imprescindible que todos estemos enterados, que muchas personas participemos activamente en la consolidación de una nueva nación. De lo contrario, le dejaremos a las nuevas generaciones una vida llena de miseria y esclavitud.

 

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Por Joe Barcala

José Luis García Barcala, Joe Barcala, es Maestro en Literatura y Licenciado en Comunicación. Nace el 6 de septiembre de 1967 en el Puerto de Veracruz. Tiene 8 obras publicadas y publica en distintos espacios.

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